Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
A rienda suelta
EN cuanto he podido ha sido lo primero que he hecho: ponerme ante el teclado para encumbrar el trabajo de esos padres y madres, hermanos y hermanas, que sin vestirse de nazareno posibilitan que todo salga bien en la estación de penitencia. Son personas capaces de suministrar cientos de litros de agua en unas horas, de arreglar imprevistos en las túnicas, atender los mareos... y todo ello con una sonrisa en los labios durante kilómetros y kilómetros. Es otro tipo de penitencia consistente en ayudar a los demás. Hay otras penitencias más dañinas, como la del títere que se echa a la calle dispuesto a ver tan sólo lo malo que rodea a la Semana Santa. Salir a la ciudad con la intención de ver lo malo cuando lo bueno, lo humano y lo bello están por casi todos los rincones es tarea harto difícil e ingrata. También hay cosas feas, pero por el momento lo bueno lo supera. El día que no sea así el títere tendrá que buscarse otra forma de hacer penitencia.
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