El balcón
Ignacio Martínez
Motos, se pica
Descanso dominical
Lo llaman politización porque “enmierdarlo todo a todas horas” es poco sutil. Pero eso es lo que tenemos delante de nuestras narices. Desde la épica compartida hasta la miseria más íntima, nada escapa en la sociedad de nuestros días a la voracidad de ese engrudo al que se empeñan en arrastrarnos constantemente. Conducen los rebaños líderes de opinión, pseudoperiodistas, mesías de todo a cien, charlatanes, correveidiles, pluscuamperfectos sectarios y sectarias, inteligencia artificial y escasa. Hediondez y putrefacción. En primera fila están -normalmente enseñando los dientes o escupiendo- algunos de los que nos vendieron un día el chollo de la nueva política. Ja. Género defectuoso, amigos. Eso sí, mucha trinchera y echa más madera ahí, niño; que esto tiene que arder como una pira. Y así se va construyendo una suerte de estado ‘excremental’, en el que, salvo accidente, la mayor parte de lo que se procesa en nuestra cabeza debe salir al exterior convertido en detritus fresco.
La penúltima víctima propicia en esta deriva tan ridícula como letal es la Selección Española de Fútbol. Unos y otros pretenden apropiarse desde sus púlpitos de cartón piedra del espíritu, la fuerza, el sentido, la diversidad y hasta el color de “la Roja”. Pero, ¿qué tipo de gente piensa en política cuando lo de lo que se trata es de ganar una Eurocopa? ¿También vamos a prostituir al deporte y todos sus valores a cambio de un supuesto puñado de votos? Son insaciables, señora. No recuerdo que tras el 12 a 1 contra Malta se nos tachase de ser un país opresor del fútbol y de las minorías del Mediterráneo; dudo que alguien censurase el PGOU de Nerja por carecer de “soluciones habitacionales” el día que descubrimos que Chanquete vivía en un barco varado en tierra; no hubo ningún cantamañanas pontificando sobre el color de la piel de Chicho Sibilio cuando la Selección de Baloncesto comenzó a labrar en los años ochenta su camino a la eternidad. Pero claro, en aquel entonces quizá no nos odiábamos tanto, puede que solo quisiéramos disfrutar juntos de un buen partido o una serie inolvidable.
Creo que no es mucho pedir que nos dejen en paz. A nosotros, a Lamine Yamal, a Carvajal, al seleccionador, a todos. Déjennos rompernos la garganta, ondear una bandera, abrazarnos o maldecir nuestra suerte. Es fútbol y lo de esta noche es más que un partido, pero no es desde luego una escenario para el politiqueo barato y la mala baba. No vengan a tocar las pelotas, que para eso ya tenemos un equipo. Un grupo de futbolistas que, pase lo que pase hoy, nos ha ganado para siempre. Jugadores negros, blancos, mulatos, altos, bajos, del norte y del sur. Todos a una. Sin bandos ni cuentas pendientes. Eso es España. O lo que debería ser.
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