El balcón
Ignacio Martínez
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Hace muchos años que le oímos a un político andaluz referirse a la ideología de los periodistas: “Los de izquierdas son de izquierdas o en todo caso progresistas, pero fíjate en que los de derechas son siempre de centro, ninguno dice que es de derechas”. Tras meses embriagados con las crónicas de prensa escrita, radio y televisión sobre las diferentes consultas electorales que hemos vivido, afirmamos con rotundidad que la extrema izquierda no existe ni en España ni en Europa. Los partidos son, igualmente, de izquierdas o progresistas. Si son muy de izquierdas están “a la izquierda del PSOE”, dicho sea en el caso de España. Los de derechas son de centro-derecha, pero nunca de derechas sin más. Y los de derecha pura y dura son de extrema derecha, ultraderecha o sencillamente formaciones ultras. Así nos tragamos la tortilla, poco a poco, que es de lo que se trata. Nunca hay extrema izquierda. Con este marco mental que todos asumimos, Pedro Sánchez no tiene cinco ministros comunistas en un gabinete que es la versión monclovita de 13 Rue de Percebe, sino un Ejecutivo “de coalición progresista”. ¿Ustedes se han parado a contar la de veces que oímos al día que España está gobernada por un gobierno progresista? Es como el estruendo de la megafonía de las tómbolas de las ferias de los años ochenta que sorteaban la muñeca chochona. Una voz tronante nos recuerda como en una ceremonia de la tortura que nuestro bienestar está a salvo porque nos dirige una coalición progresista frente a la ultraderecha. La clave está en no aceptar un matiz en debates efectivamente muy serios y delicados, porque si usted se atreve a introducirlo será tildado de elemento peligroso, fascista, extremista y otras lindezas. Prohibido pensar, ni se le ocurra discrepar ni con unos ni con otros. Porque al principio y al final, los aficionados a las etiquetas siempre tienden a parecerse. Necesitan la simplificación, rehúyen el análisis. A un lado los buenos, a otro los malos. Y si no está usted ni con unos ni con otros, es que es un puro peligro, un tipo subversivo.
Unos no reconocen, por ejemplo, que Sánchez tuvo un gran éxito al organizar la cumbre de la OTAN en Madrid a pesar de tener a los cinco comunistas en el Consejo de Ministros y al comprometerse a aumentar el gasto en Defensa después de haber repudiado este ministerio cuando estaba en la oposición. Los otros no ven que la italiana Meloni se aproxima al centro porque ha recibido la deseable inyección de pragmatismo cuando se alcanza el poder. Siempre están interesados en que se hable de ultras, extremos y fascismos. Pero la extrema izquierda no existe, oiga. Qué habilidad. Nadie recuerda que el gran éxito de España es que el dictador murió, su viuda se quedó a vivir en Madrid y llegó la democracia. Hasta hoy. Siempre nos quieren confundir con el lenguaje, por exceso... o por omisión.
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