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La princesa de Asturias reinó en la Fiesta Nacional en el desfile y ante los dos mil invitados que acudieron al acto del Palacio Real, divididos en varios salones para evitar agobios tras el tradicional besamanos en el Salón del Trono. Si el año pasado se vio por el Comedor de Gala a un Pedro Sánchez en horas bajas ante un PP pletórico, que ampliaba su poderío territorial como la espuma, este jueves el líder del PSOE fue el único que se acercó a los periodistas con la sonrisa puesta. La pregunta que todos le hicieron, hasta en seis ocasiones, a priori, no daba opción al regate: ¿se reunirá usted con Puigdemont? Y Sánchez, como sólo Sánchez sabe, logró que al día siguiente cada diario publicara algo distinto. Ni sí, ni no, ni todo lo contrario. Respondió como el torero Rafael de Paula cuando le preguntaron, el día de su retirada, que cómo se sentía: “Pues mira, lo mismo te digo una cosa, que te digo la otra”. No dijo más que la verdad, porque a veces uno no sabe qué decir cuando le llega la hora. Sánchez se vio tan cerca de caer el 28-M, que se arrimó a la prensa, pero para dejar claro quién manda, más allá de sus palabras.
En cambio, su rival más directo fue un visto y no visto. No era su día. Cuando muchos invitados se quisieron dar cuenta, los populares se habían ido. Los corrillos palaciegos no dieron para mucho más porque Feijóo, Ayuso, Moreno y compañía no se dejaron ver ante los periodistas en el cóctel. El año pasado no disimularon su alegría y esta vez masticaron la derrota para sus adentros. Ya sólo falta saber si la amnistía alcanzará hasta quienes allí no pagan el alquiler y las multas. El pescado está tan vendido que los populares no tienen mucho que celebrar. La clase dirigente está tan polarizada que no cabe la cortesía ni en un día festivo. Los socios de Sánchez no acudieron, no sea que les guste. No sólo nuestros dirigentes, también los medios han perdido su centro. “Hoy sabemos qué dirán los tertulianos antes de que hablen”, lamenta un veterano periodista. Nadie acaba de creerse cómo hemos llegado hasta aquí, tirando a la basura los consensos de la Transición. Se llama populismo. Unos culpan a Sánchez por ceder al chantaje independentista. Otros, a Feijóo por desperdiciar una oportunidad de oro. Nadie parece estar muy contento por momentos. La charla gira alrededor de los extremos y un ilustre invitado recomienda la obra de Cómo mueren las democracias, de Steven Levitsky. Al fin aparece la Princesa junto a los Reyes y se anima la conversación alrededor del futuro. Los móviles se disparan. La presentación de Leonor de Borbón, con su uniforme de gala de dama cadete del Ejército de Tierra, ilumina el comedor y relaja el ambiente. La mejor decisión que adoptaron los políticos en un día tan especial para la Casa Real, fue cederle el protagonismo y alejarse de los focos. Era su día, era su Fiesta.
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