Lo que Francisco cuenta de sí mismo

Crónicas levantiscas

Jorge Mario Bergoglio no ha sido un hombre de izquierdas, diría que tampoco progresista si nos atenemos a sus proclamas contra el liberalismo y sus temores ante el progreso tecnológico, pero sus preocupaciones papales bien podrían situase dentro de eso que la nueva derecha antiwoke considera como pecados capitales de los zurdos, por utilizar la expresión del actual presidente de la Argentina, Javier Milei, el mismo que le llamó “representante del maligno”. ¿Qué cuenta Francisco de sí mismo?

Antes de que fluyera la espectacular coreografía roja y negra de cardenales y dignatarios mundiales que vimos ayer –en esto, el Vaticano es imbatible, no tiene rival–, el camarlengo irlandés depositó dentro del féretro y protegido por un tubito de metal el rogito, una suerte de obituario oficial donde se da cuenta de los principales hitos biográficos de los papas. De este papel se hacen dos copias, una queda depositada para siempre en la tumba y otra es guardada en los archivos litúrgicos.

Lo que el rogito cuenta de Francisco es que fue un pontífice aperturista, un hombre de costumbres humildes y un activista preocupado por los apartados de la sociedad, perfil que coronó el grupo de desheredados que le esperaba en su sepulcro de Santa María la Mayor, donde figuran como en una escena buñueliana los sin techo, los presos, los inmigrantes y los transexuales, los demonios wokes de los nacionalpopulistas.

También cuenta el rogito que Francisco se preocupó por el diálogo con los musulmanes; que participó en un encuentro fraternal con el imán suní Al Tayeb; que en una de sus encíclicas, la Laudiato sí, trató sobre la crisis climática, y que endureció la legislación canónica para combatir los delitos del clero contra las personas vulnerables. La oposición que Francisco ha tenido, por tanto, dentro de la Iglesia por parte del sector menos aperturista y conservador no es una invención de la internacional progresista, nunca un Papa ha sido tan, cruelmente, insultado por lo que se supone son sus fieles. Y éste va a ser uno de los asunto del cónclave: si proseguir en esa senda, si afianzarla sin profundizar o si retroceder sobre estos pasos.

Francisco sostuvo la acusación cristiana del aborto y no modificó la visión de la Iglesia sobre la eutanasia, lo que sí se hubiera traducido en una ruptura, pero titubeó sobre la posibilidad de acabar con el celibato obligatorio de los sacerdotes. Esto terminará llegando; en febrero de 2020 una cumbre de obispos le pidió que dejara casarse, al menos, a los curas de las zonas más alejadas de Latinoamérica. No los escuchó, perfirió no tensar más la cuerda. Otros vendrán.

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