La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
No debería ser necesario señalar que en las próximas elecciones, cuya campaña está a pocos días de empezar, lo que se pone en juego es el futuro de nuestro pueblo. No sé si es necesario recordárselo a los electores, que probablemente son muy conscientes de ello, pero por los síntomas sí parece imprescindible decirlo a cada momento a los dirigentes políticos, sobre todo a los nacionales que harán sus apariciones estelares en lugares de los que no recordarán siquiera el nombre en cuanto vuelvan a Madrid.
En fin, que los comicios municipales que nos atañen por aquí no tienen nada que ver con el sanchismo, sea eso lo que sea, ni con la feijoada ni con la unidad de España. Ni, por muy importante que sea, con la ley del sólo sí es sí. Ni por supuesto, por aquí abajo, tienen ninguna relación con las frases de Ayuso ni con el sitio que debe ocupar Bolaños en un desfile militar. Que ellos pensarán que sí, pero que no es muy considerado que intenten distraernos de los baches de nuestras aceras, de la limpieza de nuestros jardines, de los impuestos y tasas municipales, de la planificación de nuestras calles, de la calidad del aire que respiramos… y de los planes que cada uno de los candidatos tiene para todo eso.
Por eso me resulta extraño que Pedro Sánchez considere que ahora es un buen momento para anunciar ayudas a los jóvenes para los bonos interraíles, tanto como que los líderes populares se empeñen en negar que la bajada del paro sea una buena noticia. Los candidatos a alcaldías y concejalías se ven forzados a dejar espacio en sus actos a líderes que vienen exclusivamente a vender su imagen y que desde luego no saben cómo se llama la plaza en la que están soltando su mitin.
Cada uno hará lo que quiera, que para eso está también el sufragio universal, pero a mi entender las únicas cosas que deberíamos tener en cuenta a la hora de escoger la papeleta de voto son por un lado las obras por las que conocemos a los candidatos y por otro las promesas que estamos dispuestos a creer con respecto al futuro de nuestros pueblos. Usar las fachadas de nuestras calles para plantar ahí una sonora bofetada en la sonrisa del presidente del Gobierno o para dibujar un corte de mangas a las aspiraciones de Feijóo me parece una desconsideración a nuestros vecinos, amén de un acto no demasiado inteligente.
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Gracias, Errejón