El microscopio
La baza de la estabilidad
opinión
SU familia lleva años pidiéndole que deje el arbitraje, pero él se niega porque es una afición que hace ya décadas que se le metió en la sangre.
Conozco a Juan Ortega 'El Melli' desde hace más de diez años, aunque él obviamente no me conoce a mí. Cualquier padre que haya recorrido los campos de las categorías inferiores sabe de sobra lo bien que trabaja este verdadero amante del arbitraje y del fútbol. Se pueden contar por cientos -quizás por miles- los cordones de botas de los enanos que ha atado, así como las innumerables lecciones de cómo sacar desde la banda que ha impartido en esta provincia. Todo ello con una paciencia proverbial digna de admiración y de elogio. Y siempre dando una segunda oportunidad, consciente de que a determinadas edades lo realmente importante es aprender a jugar al fútbol, muchísimo más que a competir. 'El Melli' ha paseado su forma de entender el fútbol y el arbitraje por la provincia desde hace 24 años. Ahí es nada. Querido en la Villa de Arcos y fuera de ella, cuando la noticia de su agresión saltó a las páginas de Deportes no pude menos que sentirme mal, terriblemente mal, porque Juan Ortega no se merece semejante maltrato. Ese puñetazo que le dejó el ojo hinchado también ha supuesto un golpe a toda la buena gente que se esfuerza en las categorías inferiores porque una cancha sea un lugar de honorable disputa y no un campo de batalla donde un hombre de bien es susceptible de ser insultado y vilipendiado. No creo en ese fútbol, no, ni mucho menos.
Cada niño asustado por los salvajes, cada pequeño cabizbajo por la reprimenda de un entrenador canalla, justifica la existencia de personas como 'El Melli', que hacen del fútbol una lección de solidaridad continua.
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