El balcón
Ignacio Martínez
Motos, se pica
La aldaba
Estaban concentrados en la sede de Génova en luchar contra el marco mental que coloca al sanchismo en la socialdemocracia, en el centro y en esa moderación capaz de pactar con casi todos, cuando el PP se enfrenta al problema mayor, más importante y que requiere de una visión felina a largo plazo: la reunificación de la derecha, esa gran asignatura pendiente. La derecha española tiene que realizar su segunda transición. Mientras no asuma ese objetivo está condenada a vivir roces, enfrentamientos, desafíos (“¡Hasta aquí hemos llegado!”, le dijo Pablo Casado a Santiago Abascal en la tribuna del Congreso en octubre de 2020), duelos cainitas, ofensas y desprecios (ese reiterado bautizo del PP en la pila de Vox como “derechita cobarde”) y, mucho más importante, la ruptura de gobiernos autonómicos que debieran estar concentrados en generar estabilidad en sus respectivos territorios. Ni hay criterios ni modelos de relación entre el PP y Vox, pues cada barón popular ha hecho lo que ha estimado oportuno; ni hay un horizonte que augure la unión de la derecha, ni está despejado el ruedo de nuevas amenazas que alteren el panorama, pues ha entrado en liza nada menos que Alvise Pérez en las recientes elecciones europeas. Pedro Sánchez es el gran pescador en el río revuelto de la derecha española, la prueba evidente de que el mayor mérito en cierto concepto de política es aguantar y soportar más que la sábana de abajo. Nadie más satisfecho de la bronca que evidencia por enésima vez la fracción de la derecha española que el presidente del Gobierno, sanchista antes que socialista, ya que hace tiempo que dio por consumado su particular Suresnes (cuando Felipe dejó sentado que había que ser socialistas antes que marxistas). Que la derecha siga hecha unos zorros. Pedro se irá a Doñana o Lanzarote con total tranquilidad, una vez renovado el Poder Judicial y solo pendiente del agosto del compañero Illa. Los posibles doctores actuales de la derecha española, que es evidente que no son legatarios de Cánovas del Castillo, deben tener claro que una cosa es el reto de acabar con el sanchismo y otra afrontar la limpieza, el orden y la regulación de la casa propia. La derecha necesita un Fraga del siglo XXI, porque Sánchez ha demostrado que con menos diputados que cualquier otro presidente tiene capacidad para alcanzar acuerdos nauseabundos con los legatarios de la banda asesina de ETA y pactos tan legítimos como deseables con el PP para renovar el Poder Judicial. Sánchez sobrevive, la derecha se enfrenta consigo misma. Es la realidad de hoy. Conviene tenerla clara para no incurrir en delirios, autoengaños, ni complacencias.
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