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El espectáculo que está dando nuestra democracia es de los que quitan la afición. Que la amnistía era un asalto al Estado de derecho lo sabíamos desde el primer minuto. Lo sabía hasta Pedro Sánchez, que lo decía muy claramente en sus mítines. Sólo cuando necesitó los votos de Junts cambió en el último minuto de opinión.
El disparate de Derecho Político se ha explicado muchas veces, pero la auténtica línea roja que está atravesando el Gobierno no es la de meter el terrorismo en su amnistía –que ya lo había hecho–, sino la del ridículo más palmario. Es la única de la que no se vuelve nunca en un régimen de opinión como es la democracia.
Pedro Sánchez era una marioneta en un guiñol cuyos hilos dirigía Puigdemont y eso, aunque parezca increíble, ya lo tenía medio asumido el pueblo español o totalmente asumido medio pueblo español. Pero ahora entre Sánchez y Puigdemont han hecho un lío con los hilos de la marioneta.
Le veo mal arreglo. Tras el voto negativo de Junts, si ahora Sánchez incluye en la amnistía no sólo el terrorismo, sino la traición, está demostrando en vivo y en directo y ante el pueblo español que aquí quien manda es Puigdemont y que él –sí, bwana– cede al chantaje más obsceno. La única forma de colárnosla habría sido en la votación de anteayer, sobre la marcha, con el jaleo, aprovechando el ruido y el desorden. Tras el no, los morritos de Bolaños, la mandíbula crispada de Sánchez, los ataques a los jueces de Nogueras y el fuera de juego de ERC, ¿queda margen?
Poquísimo margen con posibilidades de escribir un argumentario que les compre el respetable que les vota. Si Sánchez recula, todo el mundo verá claro que Puigdemont no pide una amnistía sino una inviolabilidad más segura que la del rey Juan Carlos I, que ha acabado más lejos aún que Waterloo. Ya se hacía duro que el rey Felipe VI firmase la ley de amnistía, pero una ley de inviolabilidad para Puigdemont que pasa por encima del delito de traición a la patria se me antoja imposible. Estamos hablando de una postración total de la nación, del Derecho, de la Constitución y de los abajo firmantes.
La mayoría de los opinadores cree que Sánchez bajará aún más la cabeza y que pasará por donde le señale Junts. Quizá lo haga, pero entrando (y arrastrándonos) en terrenos de humillación y de servilismo que para mí son absolutamente incomprensibles. Del fango al Falcon le puede compensar a él, pero ¿a alguien más?
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