Francisco García-Figueras Mateos

La historia más grande jamás contada. La Pasión según Jerez

En estos días, como una más de las tradiciones que nos disponemos a cumplir y que también nos permiten recordar con emoción y nostalgia a quienes nos iniciaron en ellas, volveremos a disfrutar de algunas de las películas que, especialmente en la época dorada de Hollywood, llevaron a la gran pantalla la historia de Jesús de Nazaret. Sus inolvidables bandas sonoras, las increíbles ambientaciones y recreaciones de paisajes y momentos de la Pasión o los renombrados actores y actrices que dieron vida a los personajes justifican que estas reliquias del séptimo arte fuesen conocidas con el nombre de “superproducciones”.

De todas las interpretaciones de Jesucristo, la que más me ha marcado -y probablemente a muchas generaciones-, fue precisamente aquella en la que no llegamos a ver el rostro de Jesús. Porque en esos encuentros que fueron transformando en paz y perdón las ansias de venganza y de justicia de Judah Ben Hur, la presencia del Redentor es sugerida de forma genial, envolviendo al personaje en un impactante halo de misticismo y misterio, gracias también a la maravillosa banda sonora de Miklos Rozsa.

Pues bien, hace veinticinco años, las calles y plazas de nuestra ciudad se convirtieron en el más espectacular de los escenarios, albergando otra gran superproducción sobre la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Juan Pablo II había convocado a todos los católicos a celebrar el segundo milenio del Nacimiento de Cristo a través de un gran jubileo. Y aquel histórico veintidós de abril de dos mil, treinta y un pasos de misterio contaron a Jerez y al mundo, de manera portentosa y sublime, que Dios humanizado padeció y murió por la redención de la humanidad.

Quizás no seamos conscientes de que cada Semana Santa vuelve a ser una reedición única de aquella gran superproducción, que es posible gracias al esfuerzo de muchas personas desde distintos ámbitos, pero sobre todo al incansable trabajo de las hermandades, que ponen en la calle lo mejor de sí mismas, Así, las insignias y atributos integrados en los cortejos nos irán introduciendo en una trama argumental en clave de liturgia. Y los misterios, -majestuosos e imponentes retablos andantes-, volverán a recrear los pasajes evangélicos de la Pasión, erigiéndose la saeta y la música procesional en la mejor de las bandas sonoras que podamos soñar.

Pero no podemos olvidar que somos parte importante de esta gran representación. Tanto si vestimos la túnica, -que no es un simple vestuario sino un hábito sagrado-, como si adoptamos el papel de espectadores. Porque más allá de nuestra fe, con nuestro respeto y recogimiento, estamos promocionando a pie de calle no solo una forma de ser y de saber estar, sino una imagen de ciudad que aspira a la capitalidad europea de la Cultura en 2031. Y la educación dice mucho de la cultura de un individuo o de una colectividad.

Quiero recordar a Don Rafael Bellido Caro, Obispo de la Diócesis hace un cuarto de siglo y que impulsó la idea de asignar a cada paso de misterio participante en tan histórico acontecimiento, una cita o pasaje evangélico.

Sería interesante que a través de este hilo argumental, de este itinerario iconográfico trazado por el que fuera primer Obispo de Jerez con versículos de los Evangelios, padres y abuelos nos sirvamos de lo que vamos a revivir estos días para acercar a niños y jóvenes a la lectura de los Evangelios. Ejerciendo así como primeros educadores, también en la fe. Pienso especialmente en quienes tenemos hijos que van a recibir en pocas semanas a Jesús Sacramentado por primera vez. Y apelo a la brillante y necesaria catequesis que David Puerto impartió en su pregón al hablar de la Eucaristía, deseando que todo cuanto contribuya a realzar esta magna superproducción no nos distraiga de lo esencial. Dando a Dios el protagonismo capital de esta obra, como centro y verdad de nuestras vidas.

Dispongámonos a disfrutar de una historia tantas veces contada pero que siempre es nueva. Una historia que nos habla de tinieblas, miedo, tristeza y dolor. Pero también de luz, asombro, emoción, esperanza, paz, alegría, reconciliación, amistad, confianza, entrega, compromiso, amor y sacrificio.

Una historia hecha de muchas intrahistorias, -grandes o pequeñas-, protagonizadas por personas conocidas o anónimas. Como la historia del añorado “Lete”, -uno de los principales artífices de lo que pudimos ver en nuestras calles aquel Sábado Santo de dos mil- y la de tantas y tantas personas que a lo largo de los años y hasta nuestros días, han hecho posible la Semana Santa que hoy conocemos.

Una historia de la que ya sabemos el nudo y el desenlace pero que continúa atrayendo millones de miradas de todo el mundo. Prendiendo en el corazón de muchísimas personas. La Historia más grande jamás contada. La Pasión según Jerez.

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