Jesús Núñez

Los orígenes de la Benemérita en Jerez (1845)

Historia

CLXXV Aniversario de la Guardia Civil en Jerez de la Frontera (1845-2020)

Guardia civil de Infantería en 1845.
Guardia civil de Infantería en 1845.

26 de octubre 2020 - 04:45

El pasado 13 de octubre se inauguró en la ciudad una glorieta y un monumento dedicados al benemérito Instituto de la Guardia Civil. La plaza está situada en la confluencia del Paseo de las Delicias, donde se ubica la actual casa-cuartel, las calles Cartuja y Ronda de los Alunados así como la Avenida de Medina Sidonia.

De esta forma el Ayuntamiento de Jerez de la Frontera, con su alcaldesa al frente, acompañada de los diferentes representantes del consistorio y numerosos vecinos, rindió homenaje a un Cuerpo que lleva 175 años ininterrumpidamente asentado en la ciudad, contribuyendo a velar por el orden y la ley en su municipio.

Los orígenes de la presencia física de la Guardia Civil en Jerez de la Frontera se remontan al inicio de 1845. Desde que por real decreto de 2 de noviembre de 1840 se había abolido el único cuerpo policial de carácter estatal que entonces existía, creado por el régimen absolutista de Fernando VII, España carecía de una institución de seguridad pública que velara por el orden y la ley, dentro y fuera de las poblaciones.

Recaída temporal y principalmente dicha responsabilidad en el Ejército, fue creado por fin, y tras muchos avatares, mediante real decreto de 26 de enero de 1844, el Ramo de Protección y Seguridad en el seno del Ministerio de la Gobernación de la Península. En dicho texto se encomendaba a su titular que propusiera, “con la urgencia que el servicio público reclama, la organización de una fuerza especial destinada a proteger eficazmente las personas y las propiedades, cuyo amparo es el primer objeto del ramo de protección civil”.

Y así lo hizo, creándose por real decreto de 28 de marzo siguiente el Cuerpo de Guardias Civiles, en cuya exposición textualmente decía: “El Gobierno ha menester una fuerza siempre disponible para proteger las personas y las propiedades; y en España, donde la necesidad es mayor por efectos de sus guerras y disturbios civiles, no tiene la sociedad ni el Gobierno más apoyo ni escudo que la milicia o el Ejército, inadecuados para llevar este objeto cumplidamente o sin prejuicios”.

Comisionado por real orden de 15 de abril siguiente el mariscal de campo y II duque de Ahumada, Francisco Javier Girón Ezpeleta, como director de organización del nuevo cuerpo policial, emitió tan sólo cinco días después, un detallado informe en el que detalló minuciosamente sus enmiendas y reparos para mejorar y fortalecerlo.

Fue tan convincente en su exposición y motivación que se le autorizó a redactar una nueva propuesta que terminaría dando lugar al real decreto fundacional de 13 de mayo siguiente, por el que se desechó definitivamente el propósito inicial de que el nuevo cuerpo fuera una fuerza civil bajo la dependencia del Ministerio de Gobernación.

Conforme al nuevo texto la Guardia Civil vio refrendada firmemente y con acertada visión de futuro su naturaleza militar, quedando sujeta, según se disponía en su artículo 1º, al “Ministerio de la Guerra por lo concerniente a su organización, personal, disciplina, material y percibo de sus haberes, y del Ministerio de la Gobernación por lo relativo a su servicio peculiar y movimiento”.

Tras el correspondiente periodo de organización, reclutamiento, encuadramiento y adiestramiento, se procedió por real orden circular de 25 de noviembre siguiente a la distribución territorial de los primeros guardias civiles, “para que marche a cada Provincia la fuerza que en aquella le está asignada”.

A la de Cádiz le fue confiada una compañía de infantería, bajo el mando del primer capitán José María Cisneros de Lanuza, compuesta a su vez por cuatro secciones, si bien antes de iniciar su despliegue se sustituyó una de estas por otra de caballería al objeto de que prestase su servicio en el Campo de Gibraltar.

Aquellos primeros guardias civiles llegaron a la provincia, junto a sus familias, a finales de diciembre siguiente. El 8 de enero de 1845, Manuel Lassala Solera, jefe político de la provincia (figura antecesora del gobernador civil y similar del actual subdelegado del gobierno), dirigió un escrito a los alcaldes de las poblaciones en las que se iban a instalar las primeras casas-cuarteles del benemérito Instituto.

Dicho texto, publicado al día siguiente en el Boletín Oficial de la Provincia, comenzaba diciendo lo siguiente: “Habiendo llegado a esta ciudad parte de la Guardia Civil de infantería destinada a esta provincia, sale en el día de mañana a desempeñar su importante servicio según y en el modo que al pie se indica. La Guardia Civil es el brazo de protección y seguridad que el Gobierno ofrece al hombre honrado, y lo es de persecución y de temor para el delincuente y de mal vivir. El esmero con que se ha atendido al personal del Cuerpo, y los servicios que ya ha prestado en algunas provincias, aseguran llenará cumplidamente la intención paternal que S.M. se ha propuesto al dignarse mandar su creación en beneficio de la pública seguridad”.

Seguidamente encargaba a los alcaldes afectados que proporcionaran por cuantos medios estuvieran a su alcance, los auxilios que aquellos guardias civiles necesitasen, recordándoles que debían proporcionar las oportunas casas-cuarteles en las que vivir con sus familias, conforme establecía la normativa fundacional.

Finalmente se detallaba el despliegue territorial inicial de las tres secciones de infantería. La 1ª Sección se establecía en Cádiz, prestando su servicio en la capital y extendiendo su acción hasta la ciudad de San Fernando. La 2ª Sección se ubicaba en Jerez de la Frontera, responsabilizándose principalmente de la seguridad del “camino principal” que se dirige a Sevilla. También debía recorrer constantemente los caminos hacia los términos municipales de Arcos de la Frontera, Sanlúcar de Barrameda, Puerto de Santa María y demás direcciones que se considerasen convenientes, poniéndose en comunicación con la 1ª y 3ª secciones limítrofes. Ésta última se instalaría en Medina Sidonia, vigilando especialmente los pinares de Chiclana de la Frontera, y extendiéndose hacia Conil de la Frontera y Vejer de la Frontera.

La plantilla de cada sección estaba compuesta por el oficial comandante de la misma, un sargento, un cabo primero, otro segundo y 30 guardias civiles. El jefe de la correspondiente a Jerez de la Frontera era el segundo capitán Juan García que pronto alcanzaría gran prestigio como consecuencia de su “incansable actividad” en un relevante servicio.

Concretamente se trató, según crónica relatada por el periódico gaditano “El Comercio”, en su edición correspondiente al 6 de abril de 1845, de la detención por la Guardia Civil jerezana de un peligroso criminal llamado Juan de Dios Regife, alias “Piano”.

Éste era el presunto autor de un atroz asesinato que se había perpetrado el año anterior en la ciudad. La víctima había sido un joven perteneciente a una de las más antiguas y distinguidas familias de la nobleza jerezana. Se llamaba Antonio Zurita y era sobrino e inmediato sucesor del marqués de Campo Real, cuya casa-palacio estaba considerada como una de las mejores de la localidad.

Aquellos serían los inicios de la historia del benemérito de la Guardia Civil en el municipio de Jerez de la Frontera y cuyo relato daría para un voluminoso libro.

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