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Mikel Lejarza
Toulouse
Quousque tandem
Nunca más. Con esa contundencia concluyó el fiscal Strassera su alegato en el Juicio contra las Juntas Militares Argentinas. Se lamentaba de haber tenido el doloroso privilegio de conocer íntimamente una suerte de descenso a zonas tenebrosas del alma humana donde la miseria, la abyección y el horror registran profundidades difíciles de imaginar antes y comprender después. Un Nunca más, título del Informe de la Conadep y patrimonio de todos los argentinos, que arranca una ovación en la Sala y atenaza el corazón del patio de butacas.
Sobre su figura, la del fiscal adjunto Moreno Ocampo y las de todo el equipo de jóvenes ayudantes que les asistieron, trata Argentina, 1985. Dirigida por Santiago Mitre e interpretada magistralmente por Ricardo Darín junto a un excepcional elenco de actores. En particular, Peter Lanzani como Moreno Ocampo y Santiago Armas que encarna con humor desenfadado al hijo adolescente de Strassera.
Recuerdo el juicio y cómo la acusación de culpabilidad se basó en la Teoría del dominio de la voluntad en aparatos organizados de poder desarrollada por Claus Roxin y que bebía de la durísima experiencia de los Juicios de Nuremberg y Tokio. Fue fascinante seguirlo. Los comandantes militares no se mancharon las manos de sangre pero ordenaron, consistieron y supieron de la represión. Y lo realmente apasionante era que les juzgaba un tribunal nacional aplicando la ley penal vigente en el momento de la comisión del delito.
Todo un cóctel de sentimientos -los temores a la involución, los miedos personales, las amenazas, el dolor, la ilusión- que se maneja con excelente pulso cinematográfico. El juicio es puro emoción pero nunca cae en el sentimentalismo. Planos efectivos de los testimonios que se contraponen al gesto cínico de los acusados. La película es una auténtica joya y no hay un segundo en el que pierda la tensión. Pero tiene la capacidad de relajarla con humor. Acumula la fuerza de la denuncia política, la agilidad de la acción, el sabor del cine judicial y la humanidad de unos personajes que son como cualquiera de nosotros.
Es también un homenaje a miles de perseguidos por sus ideas; secuestrados, torturados, violados, desaparecidos y asesinados cuyo recuerdo merece perpetuarse. Actúa como vacuna frente a los salvapatrias de siempre y nos recuerda que debemos aspirar a un mundo libre regido por el estado de derecho y el respeto a los derechos y libertades fundamentales.
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