El poder de la Iglesia

El balcón

Concentración superlativa de poder hoy en Roma para el funeral del Papa. Asisten Trump, Zelenski, Von der Leyen, Macron, Milei, Lula… Están los Reyes y falta Pedro Sánchez. Habrá diplomacia sobre Ucrania, guerra que Trump pretende terminar dando la razón a Rusia. Bergoglio, que recibió dos veces a Zelenski, le habló de pensar en su pueblo y enarbolar la bandera blanca. También sobrevolará la guerra arancelaria que Europa quiere evitar. No estará Netanyahu, que ni siquiera ha dado el pésame. Francisco acusó a Israel de crueldad en Gaza y pidió investigar el genocidio.

La cumbre mundial se interesará por el sucesor. En dos semanas empezará la liza en el Vaticano. “Una guerra en la que hay que elegir bando”, dice uno de los personajes de Cónclave, película que retrata conspiraciones de liberales y tradicionalistas para elegir un Papa. Tuvo ocho nominaciones a los Oscar, una al mejor diseño de vestuario. Fascinan las ostentosas liturgias de la Iglesia Católica, con dos mil años de puesta en escena.

Además de ritos, la Iglesia ha ejercido una gran autoridad. Juan Pablo II fue decisivo en la caída del Muro de Berlín en el 89 y en la disolución de la URSS en el 91. Claude Chesson, ex ministro francés de Exteriores, comisario europeo y experto arabista, sostenía entonces que Jerusalén no sería nunca la capital única e indivisible de Israel, como pretendía el sionismo: “la diplomacia vaticana lo impedirá; la Ciudad Santa de las tres religiones no puede estar en manos de una sola”. Los tiempos cambiaron. Francisco fue un líder criticado por integristas de su Iglesia y detestado por dirigentes de la revolución reaccionaria mundial. El presidente americano ya reconoció a Jerusalén como capital israelí y ahora codicia convertir Gaza en un resort de lujo tras facilitar el exterminio palestino.

Bergoglio aplicaba otro esquema de poder. Cuando era primado de Argentina, en la Asamblea de Cáritas de 2009, criticó el festejo de uno de sus dirigentes en un restaurante lujoso de Puerto Madero, en Buenos Aires. Y se avergonzó de las cenas de recaudación de fondos en las que se rifaban cosas fastuosas. (Como en los saraos caritativos de Marbella). Una encíclica suya calificó la transición energética como una cuestión moral e impulsó el Acuerdo de París. Fue tolerante con homosexuales y divorciados. Anticapitalista. Beligerante con las políticas contra la inmigración de Europa y Estados Unidos: “¡Cuánto desprecio se manifiesta a veces hacia los más débiles, los marginados, los migrantes!”.

Veremos qué bando elige su sucesor.

stats