Iguala con tu vida

Su propio afán

26 de octubre 2024 - 03:06

No sé qué habrá de verdad en las acusaciones contra Errejón. Centrémonos en su carta de dimisión, que ya tiene tela. En ella nos cuenta que la fama le ha pasado factura. Se ha “emancipado de los cuidados”, sea eso lo que sea, y se le ha ido generando “una subjetividad tóxica multiplicada por el patriarcado” que lo ha llevado “al límite de la contradicción entre el personaje y la persona”. Ha desembocado en “una forma de vida neoliberal”. Sic.

Tiene que ser una forma de vida chunguísima, si la llama “neoliberal”. Sin embargo, no nos sorprende demasiado esa contradicción entre la persona y el personaje, entre lo que predicas y lo que repicas, entre el discurso y el decurso, entre lo que impones a los demás y lo que impones a las demás, etc. Ya tenemos muy vistos los chalets de algunos líderes populistas, la pulsión por la propiedad privada de algunos socialistas, la alergia al trabajo de algunos sindicalistas, la de liberales que fungen de funcionarios y hasta los reaccionarios que trabajan en banca.

Reconozco que mi coherencia lo tiene bastante más fácil. Los espíritus sistemáticos –advertía Cristóbal Serra– acaban siendo mentirosos sistemáticos. Mi ideario conservador, en cambio, está hecho de pasión por lo variopinto, de matices, de tradiciones, de prudencia, de sugerencias, de sentido del humor y de sentido común. Comprehende, por tanto, mucho.

Pero ha de comprehenderlo sin cinismo y, si aparecen cosas que no se comprehenden, por ahí no se pasa. Debemos atenernos al sapientísimo imperativo de la Epístola moral: “Iguala con tu vida el pensamiento”; y comprobar periódicamente si uno camina a la par. Cuando no, hay que detectar enseguida qué falla: si la biografía o si el discurso, y aparejarlos.

Desde fuera, te seguirán echando en cara sus cositas, pero deben importarnos muchísimo menos que lo que llevamos a la espalda. Quien dedica todo el tiempo a regular la vida del prójimo o a hablar contra el sistema o a hurgar en la moralidad ajena no le queda para regularse a sí mismo ni para hablar con su conciencia en la intimidad ni para chequear si se aplica el cuento, con la falta que ese examen nos hace a todos. Este apotegma, escrito de nuevo por Cristóbal Serra, me parece básico: “Un hombre que pretende tener una filosofía personal, ha de comenzar por vivirla”. Agradezcamos a Errejón que nos haya mostrado lo pesado y hasta lo peligroso que es llevar una doble contabilidad.

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