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Quienes tenemos problemas de sueño le debemos media farmacia a Iker Jiménez. Comencé a escucharle cuando pilotaba su nave del misterio en las noches de los sábados de la Cadena Ser con sus historias fantásticas sobre con las psicofonías en los cementerios, las pirámides de Egipto construidas por extraterrestres, sus avistamientos de ovnis, entrevistas a espíritus y otras grandes trolas que me provocaban un efecto narcótico que se fue depurando hasta alcanzar lo imposible, una regresión a la infancia en la que lograba el sueño con sólo escuchar sus primeras palabras, un podcast de Cuarto Milenio me duraba más de un mes, no era capaz de avanzar más de dos minutos cada noche. También sirve para la siesta.
Entre Iker y mi subconsciente había un pacto, no se creía ninguno de sus cuentos pero le respetaba, le resultaba simpática la pareja que formaba con Carmen Porter y la tribu que había ido reuniendo con viejas leyendas del misterio que se criaron bajo las barbas del doctor Jiménez del Oso. Y esto fue así hasta la pandemia.
Con las vacunas, Iker se pasó al lado oscuro de los negacionistas, rectificó y volvió a ver la luz pero la ambrosía de las conspiraciones le engancharon como a mí sus grandes trolas, hasta que alcanzó su cénit con un nuevo programa, Horizonte, que Cuatro le abrió en la parrilla para que un coronel rusófilo hablase bien de Putin y mal de la OTAN, un gachó hipermusculado nos acojonase con las okupaciones, un mecánico de coches nos alertase del fraude perpetuo de los políticos y un militar cimarrón alentase la rebelión de sus antiguos compañeros contra la jerarquía de los mandos. Y esto ya no me daba el sueño, sino que me lo quitaba.
Hay quien opina que las críticas que viene recibiendo por sus programas sobre la DANA de Valencia son excesivas porque tampoco su biografía es para hacerle mucho caso, pero lo que realmente me inquieta es eso, cómo el niño de los ovnis ha logrado convertirse en prescriptor de la opinión pública y en un agitador de propaganda política. Iker es el signo de los tiempos, tipos con programas como él han ayudado a formar el cuerpo mediático con el que Donald Trump ha ganado las elecciones, narradores de relatos donde la verdad ha pasado a un segundo término porque siempre habrá hechos alternativos con los que explicar su alocada concepción del mundo.
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