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La esquina
Por una vez Pedro Sánchez ha sido tan contundente como debió serlo cuando anunció los indultos o, al menos, cuando Pere Aragonès salió de su encuentro en Moncloa, el martes, exigiendo la amnistía y el referéndum de autodeterminación como única salida al conflicto de Cataluña.
Sánchez proclamó en el Congreso que nunca, jamás, habrá un referéndum de autodeterminación para que los catalanes decidan en solitario su futuro. Porque no lo permite la Constitución vigente y porque si se reforma la Constitución para hacerlo posible, el PSOE se opondrá, imposibilitando que se inicie siquiera el proceso por no reunir los 3/5 de votos del Congreso (aparte de que PP, Cs y Vox también la rechazarán). Asunto zanjado. ¿O no?
Aunque también prometió que no gobernaría con Podemos para evitar que la mayoría de los españoles, y él mismo, no pudieran dormir, que los secesionistas condenados cumplirían íntegramente sus penas y unas cuantas cosas más, esta vez necesito creer al presidente. Porque alguna raya roja no atravesable tendrá en sus planteamientos, porque no puede despojar a los españoles de su soberanía sin merma para sí mismo y porque, si lo hiciera, duraría dos años más en el cargo, sí, pero se cargaría a su partido durante dos décadas. ¿Quién va a votar a un partido responsable de que el nacionalismo rico e insolidario se salga con la suya y separe de España a una de sus comunidades más prósperas y punteras?
Quizás Sánchez transita por un camino que, sin romper con la Constitución, conduzca al mismo sitio pretendido por los independentistas, pero a más largo plazo. Se trataría de desactivar al Tribunal de Cuentas para que no multe a los altos cargos del procés (ya se apartó del caso la Abogacía del Estado), arreglar la vuelta de Puigdemont con detención pasajera, condena e indulto inmediato, regar Cataluña de fondos europeos, sistema de financiación más favorable, inversiones según el PIB, nuevo estatuto de autonomía con más autogobierno y, atención, una consulta a los catalanes dentro del marco de la Constitución, no vinculante jurídicamente, pero sí con significado y consecuencias políticas.
De esta manera, se reforzarían las posiciones del secesionismo, quedarían en situación privilegiada y cercana a los referendos de Escocia y Quebec, repetibles hasta conseguir una mayoría suficiente para avanzar hacia la República Catalana. Vamos, lo que el ministro Iceta les aconsejó.
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