Jerez 1903: aquel baile de fin de año en el salón principal del Ayuntamiento

Jerez íntimo

Salón de Recepciones del Ayuntamiento de Jerez en 1903.
Salón de Recepciones del Ayuntamiento de Jerez en 1903.

22 de julio 2024 - 01:54

Corría el año 1903. A veces el tiempo guardaba cama, aquejado de jaqueca. Sus manivelas entonces parecen ralentizar las secuencias de Jerez. Tan pronto la salud regresa al redil, todo se reviste de animosidad. La fiebre está a la orden del día. La tos conforma y confirma una monocorde banda sonora por trechos horarios. ¿Se tose más a partir del mediodía? Para su combate nada mejor que las pastillas Bonald. Cloro-boro-sódicas con cocaína. Así rezaba su creatividad publicitaria. De eficacia comprobada por los señores médicos para combatir las enfermedades de la boca y la garganta: léase: tos, ronquera, dolor, inflamaciones, picor, ulceraciones, sequedad, granulaciones, fetidez del aliento, etcétera. Las pastillas Bonald, premiadas en varias exposiciones científicas, tienen el privilegio de que sus fórmulas fueran las primeras que se conocieron de su clase en España y en el extranjero. Ahora bien: no constituían la única opción. Del mismo modo navegaban por el mercado las pastillas del Dr. Andreu. Eran mano de santo…

La tos, ya sea catarral o de constipado, seca, nerviosa, fatigosa o las antaño llamadas vulgarmente de sangre, crónica en algunos casos, siempre encontraría alivio con este remedio. Y es que “son tan rápidos y seguros los efectos de estas pastillas que a las primeras tomas se sienten ya un alivio que sorprende y anima, el pecho y la garganta se suavizan, se produce la expectoración con facilidad y casi siempre desaparece la tos antes de terminar la primera caja”. El Dr. Andreu, por si fuera poco, ofrecía cigarrillos anti-asmáticos para quienes sufrieran asma o sofocación de cualquier clase. En este sentido igualmente el asma -si atacaba durante la madrugaba- se sofocaba al abrigo de los ‘Papeles Azoados’ (“basta quemar uno dentro de la habitación para que el enfermo pueda dormir tranquilo toda la noche”).

Aterrizamos sobre cierta contextualización de la oficialidad social de nuestra tierra. Del almanaque cuelga la hoja del último mes de 1903. Gracias a un activo grupo de jerezanas la entonces popularísima fiesta de los niños en el Retiro había adquirido gran esplendor. El Ayuntamiento de Jerez quiso agradecer dicha participación. Nobleza obligaba entonces y ahora. De modo que el consistorio organizó un té para la tarde del 31 de diciembre. Una selecta representación de la sociedad jerezana concurrió en el salón principal del Ayuntamiento. Allí, como no podía ser de otro modo, coincidieron los comentarios elogiosos hacia el alcalde, Juan Fabrique Lassaletta, quien, dicho sea de pasada, dejaba muy grata sensación en los ciudadanos pese a su corto periodo de mandato. ¿Quiénes concurrieron en el sitio? Las señoras de Juan F. Lassaletta, marquesa de Campo Real; señora de Simó (Pedro); de Pemartín (Julián); de Zurita (Álvaro); de la Riva; señora viuda de Orbaneja, de Primo de Rivera y de los Ríos; señora de García de la Lama; señora de la Torre; señora viuda de Des’Allines; señora de Díez (Carlos); de Díez (Salvador); señora de Dastis (Salvador); de Ponce de León (Pedro); de O’Neale (Rafael).

No faltaron tampoco las señoritas Guadalupe, Petra y María; Inés, Pepa y Carmen Paul; de la Torre, de Argumedo; Elisa Pemartín; de Aldaz -de El Puerto de Santa María y que permanece en Jerez desde hace varios días-; Margarita Des’Allines; Carmen, Pepa y Paca Orbaneja, Isabel y Belén de los Ríos, Leonor Ruiz, Pepa y Carmen Lambarry; señoritas de Simó y de Dastis; Pilar y María Pepa Primo de Rivera, entre otras simpáticas jerezanas. Quiso el alcalde recibir a tan exquisita visita acompañado de varios concejales. Se hicieron presentes asimismo no pocos jóvenes jerezanos. Como cabe imaginar, durante varias horas la casa consistorial perdió la severidad propia de su pulso cotidiano. En aquellos años rara vez una mujer paseaba por las dependencias del Ayuntamiento. Quisicosas de una época cuyos usos han evolucionado para bien con el decurso de la Historia. Nos referimos -es de perogrullo matizarlo- a la igualdad de género. Las escaleras, galerías y salones estaban vistosamente adornadas con plantas y flores.

En el salón de alcaldía, preparado ex profeso como comedor, se sirvió el té, acompañado de pastas y otras sabrosas viandas, dulces y, cómo no, ricos vinos. Aunque no estaba del todo previsto, se improvisó seguidamente un baile de lo más animado. Y así, tanto en el salón antiguo como el recién inaugurado, multitud de parejas bailaron a los acordes de un sexteto dirigido por el maestro Rafael Navarro: esto es: valses, rigodones y lanceros. La animación fue in crescendo. La fiesta se prolongaría hasta pocos minutos después de las siete de la tarde -hora a la que se retiraron los invitados, agradeciendo todos la esplendidez del generoso gesto del Ayuntamiento, así como la extremada delicadeza del alcalde, tan atento de principio a fin-.

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