Jerez y el acto de la Pisa de la Uva, entre Lorca, Guillén y Quevedo

Jerez íntimo

Brindis institucional al término de la ceremonia de la Pisa de la Uva.
Brindis institucional al término de la ceremonia de la Pisa de la Uva.

06 de septiembre 2024 - 02:11

No le arriendo las ganancias a quien pretenda echarle la pata a David DeMaría el próximo año en la ceremonia de la Pisa de la Uva. Harto peliagudo el encargo para aquel artista -siempre de buena grey y de buena ley- que pise las escalinatas de la Santa Iglesia Catedral -cuyos empinados escalones tantísimo subió antaño el recordado eximio hermano mayor de la Viga Juan Román Fernández- en la edición 2025. Nuestro paisano cantautor (tan ducho en construir -sin astilleros- barcos de papel) ha demostrado su capacidad para concertar los silencios con la voz, la armonía con la sinfonía, el do de pecho con la lírica, el litoral creacionista con la belleza de la madurez compositiva. David reescribió las palabras de Juan Ramón Jiménez porque “todo lo que él cantara, está, cual todo el cielo, en todas partes”. Conserva, impertérrito, “el tierno canto de la mente”, por expresarlo con verso de Jorge Guillén.

David DeMaría es la antítesis de todo paniaguado famoso carpetovetónico. Su talento estalla como un mortero de fiesta. Al periodista Rafa Delgado confesó que Dios no quiso concederle el don del cante jondo pero sí la querencia del pop melódico andaluz. Por ósmosis tembló su micrófono cuando interpretaba -ligero de equipaje, como la intención de Antonio Machado- el ‘Himno de la alegría’. Los jerezanos nos quedamos abonados al timbre de su interpretación. “Y el corazón se siente/ isla en el infinito”, como así escribió Federico García Lorca en su poema ‘La luna asoma’. La Pisa de la Uva tuvo carácter identitario. Reflejos, sí, lorquianos, por no abandonar en esta columna nunca de Salomón el memorial del poeta de los carabineros que duermen “guardando las blancas torres”. ¿O no advirtió usted el pasado martes, en derredor de la piquera, cómo Jerez “es la sangre que viene, que vendrá/ por los tejados y azoteas, por todas partes”, como una crónica romántica de la ciudad entrevista?

La convocatoria de la Pisa de la Uva salió este año redonda, como la boca de asombro de los canastos que, alineados en fina simetría, tanto recordaban a las fotografías sureñas en blanco y negro de Eduardo Pereiras Hurtado. En efecto aquí es “donde Jerez sueña”, como así la profundidad de claroscuros de la obra de este emblema de la consagración gráfica de los años 50 y 60. Se nota a leguas que el Ayuntamiento ha trabajado a fondo un acto que marida la esencia de nuestra tierra con el soneto de Quevedo porque “solamente lo fugitivo permanece y dura”. El nuevo mosto continúa otra vez midiendo el mismo tiempo: el de siempre, como un templo de Mercurio y Cronos que Jerez renueva en la memoria portátil de los arrumbadores y la sagrada tradición. Apostando a carta cabal además por la Banda Municipal de Jerez, que hace cabriolas de virtud en la necesidad, y cuyos componentes doblaron la cerviz al estilo de la Faraona cuando la jerezana -que ahora en el firmamento poder sí tiene- cantaba aquello de “Lola, la Lola Flores, la Lola de España”. Los sones de ‘La Zarzamora’ fue algo así como colocarse el jazmín del casticismo en el ojal de la nostalgia. Banda sonora de nuestras abuelas según el radial de una radio antigua. En la plaza central del homenaje implícito proclamamos entonces la belleza musical y literaria -¿seguro, Manuel Machado, que, al cantarlas el pueblo, ya nadie sabe el nombre del autor de las coplas?- in memoriam Quintero, León y Quiroga -que fueron los Zamora, Ciriaco y Quincoces de la defensa de leyenda de la canción española-. ¿Verdad que sí, Laura Gallego?

En esta sociedad hispana tan desnutrida de señas de identidad congratula poner pies juntillas al cierre de un evento coronado con el Himno de Andalucía -¿o no, musas celestes de Manuel Halcón?- y el Himno de España -para contento del espíritu omnipresente de Antonio Mingote-. Mantener nuestro carisma con perseverancia de menta y cristal (sin novelerías que se salgan por la tangente). ¡Enhorabuena, de entrada, a Paco Zurita y Antonio Real! La Pisa de la Uva 2024 estuvo abarrotada de público. Hubo, eso sí, más concurrencia de la puramente visible. ¿Por qué? Pues porque allí, en los asientos reservados de la Gloria, se hicieron presentes Antonio Sanz Zamorano, Alberto Durán Tejera, Juan Luis Bretón, Manuel María González Gordon, Álvaro Domecq Díez, Ramón y Manuel Guerrero González, Antonio Mateos Mancilla… Todos ellos han sabido beberse con unción la invisibilidad de la muerte. Ya lo proclamó José María Pemán: “Beber es todo medida,/ alegrar el corazón/ y, sin perder la razón,/ darle razón a la vida”.

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