Jerez: Apollinaire, Azarías, la Magna, la Macarena, el Carmen y la Merced

Presidencia del acto de presentación de la procesión Magna, el pasado viernes, en la Atalaya.
Presidencia del acto de presentación de la procesión Magna, el pasado viernes, en la Atalaya.

05 de julio 2024 - 04:04

Alfa: Para escribir al respecto de la muerte no se precisa solicitar la paz y la palabra, al socaire de la formulación poética de Blas de Otero. Un sátrapa me revocaría arbitrariamente esta afirmación alegando deleites de la propia descreencia. La muerte escrita concita semejanzas con el verso de Apollinaire: “Lou, si yo muero allá, recuerda que se olvida”. La muerte, en negro sobre blanco, a veces es presa de “una espasmódica danza eléctrica”, como en las novelas de Stephen King, ‘Carrie’ verbigracia: “Se detuvo en la última de las gradas y miró el tropel de gente que fluía hacia el centro de la ciudad. Animales. Que se quemen entonces. Que las calles se llenen con el olor del sacrificio. Que el nombre de este lugar sea llamado raca, hiel”. O la venganza al natural de quien, nunca bobamente, se sintió dueño de la “milana, bonita” en ‘Los santos inocentes’ de Miguel Delibes: “… el señorito Iván sacó la lengua, una lengua larga, gruesa, cárdena, pero el Azarías ni le miraba, tan sólo sostenía la cuerda, cuyo cabo amarró ahora al camal en que se sentaba y se frotó una mano con otra y sus labios esbozaron una bobalicona sonrisa, pero todavía el señorito Iván, o las piernas del señorito Iván, experimentaron unas convulsiones extrañas, unos espasmos electrizados”. O Francisco de Quevedo siempre al bis -y al bies-: así en ‘Letrilla lírica’: “¿De qué sirve presumir,/ rosal, de buen parecer,/ si aún no acabas de nacer/ cuando empiezas a morir?”. O ‘Los sueños’, una dádiva literaria encorada y encuerada de luto: “Y lo que llamáis morir es acabar de morir, y lo que llamáis nacer es empezar a morir, y lo que llamáis vivir es morir viviendo”.

Beta: A la procesión Magna del próximo 12 de octubre no podemos asignarle una interpretación a la carta según criterios más o menos arbitrarios de cada cual. Pecaríamos de cerriles a la pata la llana. Hay quienes han emitido el visto para sentencia apriorísticamente. Los dogmatismos de filo de acera -que no de acero-, propalados al tuntún, no siempre forman parte contratante del juego a veces precipitado de los mentideros. Menos aún “con este sol cayendo en la espesura”, por citar un verso de Mauricio Gil Cano. Asistí el pasado viernes al acto de presentación de tamaño evento en la Atalaya. Saludé a propios y -desestimados los códigos de repello- a casi ningún extraño. Charlé con Dionisio Díaz, anterior presidente del Consejo de la Unión de Hermandades, sobre su reciente viaje a Egipto. Y con Sebi Castañeda a colación de las inminentes elecciones en la Hermandad de Loreto. Y con Antonio Real de quehaceres frenéticos y descanso estival. Y con Rafa Marín de la Madre de Dios que Macarena se llama. Y… Ninguna puerta se oscureció de fámula. El acto descorrió cortinas y alzó telones.

La Permanente presidida por José Manuel García Cordero está trabajando a conciencia. Aplicando la transversalidad y la política de alianzas que la iniciativa precisa. Oportunidad es vocablo que divisa toda potencialidad en labios del comisario Andrés Luis Cañadas. El turismo también cuenta y narra, como experiencia de sensaciones. Aquí ganamos enteros con Almudena Martínez del Junco, presidenta de la Diputación de Cádiz. Jaime Sánchez ha presentado un cartel mariano y representativo. Ha clavado el proceso creativo en el epicentro de la originalidad y satisfecho, como no podía ser menos, a la práctica totalidad de los cofrades. Punto y seguido. Para mí tengo que ha constituido todo un acierto la opción de presentar los itinerarios ya definidos. Quien más, quien menos, sabe que, de haberse dejado al criterio o al libre albedrío -según, depende- de cada Hermandad, el caos no hubiese consistido sólo en cuatro letras.

Para aprender y aprehender la justificación de la Procesión Magna siempre hemos de acudir a la fuente primigenia, incluso periodísticamente hablando: léase la fundamentación de quien alienta la convocatoria: esto es: la explicación que vierte la voz autorizada -la auctoritas y no la potestas- de nuestro querido obispo don José Rico Pavés. El prelado, por cierto, justificó de manera magistral la ausencia de la Merced y la Virgen del Carmen. Eso se llama marcar la diferencia. Sí, (mon)señor. Otra clave en la intervención de don José: “Llevemos el amor de María a los que sufren. Ella merece siempre más”. Y, como complemento, dos aseveraciones dignas de subrayado con enérgico trazo de carboncillo. La primera al dictado de nuestra alcaldesa María José García Pelayo: “Jerez no se ha equivocado nunca poniéndose a los pies de la Virgen”. La segunda, una certera agudeza verbal de Javier Benítez: “Mientras en Madrid estarán celebrando el desfile de las Fuerzas Armadas el 12 de octubre. En Jerez estaremos celebrando el de las Fuerzas Amadas”. Como titularía Fernando Lázaro Carreter, ¡el dardo en la palabra!

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