Entre Jerez y Cádiz, a ritmo de jazz: Cyrille Aimée, Salvador Pascual ‘Patalo’ y Antonio Romera ‘Chipi’ (y III)

Jerez íntimo

Antonio Romera ‘Chipi’, en el Festival de Jazz de Cádiz, explicando cómo se escribe una canción.
Antonio Romera ‘Chipi’, en el Festival de Jazz de Cádiz, explicando cómo se escribe una canción.

09 de agosto 2024 - 05:25

Antonio Romera ‘Chipi’ es un ser especial, dotado de una sensibilidad -¿o hipersensibilidad?- ultramundana. Bajo su ejecutoria jamás la imaginación se enrosca -ni se embosca- en lo baladí. Es un creador nato. Posee la serenidad de un verso de Emilio Prados y la lontananza reivindicativa de un poema de León Felipe. Cuando habla es capaz de nadar sobre la arena y de poner pies en polvorosa sobre la superficie del mar. Por su proceso creativo puede fundirse un lapislázuli balsámico y la quebradura de un sentimiento. Suele alzar los antebrazos para solidificar una idea. Y entonces in extremis parece cobrar vida el significante poético de Góngora: “De pura honestidad templo sagrado/ cuyo bello cimiento y gentil muro,/ de blanco nácar y alabastro duro/ fue por divina mano fabricado”. Antonio Romera no es canalla sino franco. No altivo sino sencillo, como la letra del poeta Francisco de Aldana: “Yo, de honroso sudor cubro mi cara”.

En el Festival de Cádiz hizo doblete: ha sentado posaderas en el Aulario La Bomba para explicar cómo se escribe una canción y, horas más tarde, nunca haciendo de tripas corazón sino más bien todo lo antónimo: soltar el hilo de la cometa de un virtuosismo musical que de nuevo supo muscular encima de las tablas del Baluarte de la Candelaria. La ponencia, que comenzó a la hora del ángelus, y ciertamente alados estuvieron sus dictados, adquirió naturaleza de lección magistral. Quienes asistíamos a esta sesión de sabiduría práctica enseguida nos percatamos del quilate formativo que ya estábamos recibiendo a manos llenas. Otra vez las manos como instrumento de comunicación no verbal. Chipi indicó que “el proceso de hacer canciones se parece al proceso de cocinar. Si te dan un instrumento, no tienes un patrón rítmico. Si no tienes ingredientes, en la cocina, no puedes cocinar. Para escribir necesitas herramientas. Y cultivar la forma de estructurar, el punto de vista, el campo semántico -hay que ir enriqueciéndolo constantemente-”.

“El proceso -añadió- no es que guste o no guste a la gente. Sino lo esencial es que te guste a ti. Es un proceso que puede ser tedioso. Hay mucho ensayo-error hasta que salga. Tienes entonces que enamorarte. Te tiene que gustar lo que está sucediendo ahora: el proceso, que sea agradable y no un quinario. Hay que dejar suelto el cerebro. Darle una rutina y luego dejarlo suelto. Canalizar una inquietud. Esto va muy marcado a la forma de ser de cada uno. Hay que intentar tener muy buenos ingredientes. Cada vez que lees un poema estamos yendo a un supermercado. Porque vamos cogiendo ingredientes, elementos”.

En las pautas dictadas pronto emergió la indispensabilidad del qué, del cómo: “Tenemos que buscar el porqué. El porqué quiero hacer una canción. Por qué hay esa necesidad. El qué hay que buscarlo. Qué crees que va a satisfacer la necesidad que se tiene. Si no hay una

inquietud, es complicado que salga algo que te guste. Hay que buscar muy bien el porqué: siempre estará condicionado por nuestra forma de ser y por nuestro tiempo. Qué emoción quiero hacer prevalecer. El cómo es una práctica que debemos hacer. Hay quien piensa en versos octosílabos. Y lo hacen sin pensar, con esta estructura predeterminada. La gente que tienen asumidas las cosas no se para a pensarlas. Al principio todo está cogido con pinzas, en el aire casi, pues estás tú mundo. Hasta que llega un tornillo y lo arma todo. Estamos metidos en nuestro mundo: buscando ingredientes. Los artistas además tenemos un compromiso de establecer una conexión entre la gente de abajo y el poder. A través de nuestra voz. De nuestras creaciones”.

¿Qué nos hace ver si una canción tiene pegada o no? “La emoción. Stravinsky hablaba de la unidad y el contraste. Si todos es unidad reconocible, no entra. No llega. Si todo es sorpresa, no entra. Debe haber una mezcla de unidad y contraste”. ¿Qué es, por consiguiente, una canción? ¿Cómo podrías concebirla en su definición más directa? “Una canción es un hibrido de letra y música. Debe ser poesía. Pero la canción no puede tener la arquitectura de la poesía ni la arquitectura de una música. Debe ser un híbrido de ambas que logre la emoción. Un plato que te gusta… logra la emoción. De lo contrario será pura matemática. Y se olvida. Será un coitus interruptus. Las emociones son innumerables. Necesitamos que la gente nos ayude a gestionar las emociones. Por eso nos interesa que nos las cuenten Chavela Vargas o Serrat. Porque son traductores de emociones. Si no somos útiles, acabaremos como los pantalones de Versace, que después no se les ve por ningún sitio. La estructura es una herramienta para conseguir una emoción. Poner en pie una emoción, como desahogo, y luego otra persona se siente identificada y así tiene un fin práctico”. Chipi, melodía, punto de inflexión, siempre capaz de empatizar, porque al fin y al cabo “todos somos una mesa de mezcla con casi los mismos botones”.

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