Marco Antonio Velo
Jerez: la calle Don Juan, Luis Ventoso, Loreto y el gesto de María Luisa
Alfa: La calle Don Juan, según la encaramos desde Arcos, tiene algo de sendero-embudo de la memoria, como un túnel menguante cuyo sentido rectilíneo se remonta al mesón ‘Marismas’, del jovial/coloquial Antonio Peña y a cuaresmales noches de ensayo de costaleros bajo el esqueleto -mesa y varales- de un paso de palio comandado por Paco Núñez Clavijo y sus siete bolígrafos sobre el bolsillo de la blanca camisa, tan alba como la pureza de la devoción mariana que siempre anidó en el secreto de sumario de la personalidad de este cofrade puro como el sol de amanecida de cada Domingo de Ramos. La calle Don Juan, durante el ínterin de la sobremesa del mes de julio, parece un Sahara desértico de multitudes y benéfico de latitudes: nadie a babor, nadie a estribor. ‘Nada en domingo’, como el título de la novela de Francisco Umbral. ‘Nobody’, como la película de Ilya Naishuller. La calle Don Juan, en enero, suma anochecidas de sábados de estreno de corbatas de Reyes Magos y atriles de voces sevillanas en el Tríptico Mariológico de la Coronación de Espinas. Por cierto, y al arrullo del mentado Tríptico, nos congratulamos del resultado de la intervención quirúrgica a la que recientemente se ha sometido el cofrade de altura Fernando Cano, tan jerezano como macareno. La calle Don Juan, a mediodía de octubre, es luz otoñal que silencia bullicios de voces infantiles. La calle Don Juan, al son y al tantán de diciembre, adquiere timbre de voz ventrílocua. Por alguna esquina sobrevuela la negra sombra eléctrica del aspaviento que despliega reflejos como alas de murciélago. Un tatarabuelo pinturero cruza de acera. Aquella tía materna traza pintamonas a la intemperie de un lienzo que descansa cromatismos sobre el caballete de otro patio de vecinas cuyas protagonistas -de anudado delantal- ya no charlan a mediodía. En la calle Don Juan siempre están a punto de rozarse los dedos lo pretérito y lo preterido, como la yema de los dedos de Dios y el primer hombre en ‘La creación de Adán’ de Miguel Ángel…
Beta: Asisto a una llamativa convocatoria de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) en el Auditorio San Juan Pablo II: la ponencia dictada por el periodista Luis Ventoso sobre la importancia de decir la verdad en (el) periodismo. Resulta cuanto menos curioso que este axioma sea motivo de debate, carne de cañón, luces de neón y reivindicación sine die frente a un panorama social donde la fake new despliega todos sus tentáculos al servicio del bulo, el yunque noticiero, el hada nodriza del confusionismo, el embuste crediticio y la magra disfonía del adoctrinamiento que viaja en aeroplano. Luis Ventoso habla con una rapidez escalonada. Atesora la experiencia de quien se sabe hombre de redacción -antes poblada de tirantes, humareda, humorismo, botellas de whisky, musicalidad del teclazo y punto y seguido, y ahora, por el contrario, restringida a la soledad sonora de apenas nadie frente al teclado de un silencio no precisamente ensordecedor-. Luis arremete, analiza, enfatiza, yuxtapone, dribla, desembrolla, desenrolla, verdea y baldea a tenor de su llameante experiencia al pie de la noticia. El acto es participativo. Media entrada. Escasísima presencia de comunicadores de la ciudad. Sí estuvo presente -con atinadas reflexiones en alta voz además- Roxana Sáez, presidenta de la Asociación de la Prensa de Jerez.
Gamma: Me agradó observar el alto número de hermanos de Loreto concurrentes en la Función que esta corporación celebró con motivo de la festividad de su Titular. Cofradía que siempre fue suma de familias. Hoy no podemos hablar de la calle Morenos como nutriente del cuerpo humano de una Hermandad que antaño sí aglutinó a los niños de tan céntrico y a su vez neurálgico barrio de la ciudad. Y no por demérito de los cofrades de Loreto sino por el envejecimiento de algunas calles de aquel bellísimo enclave. Por veces con menos vecindario. Ojalá pronto llegue la repoblación no únicamente de la nostalgia. El pasado día 10 de los corrientes sí merece algunos subrayados a propósito de cuanto observamos en la iglesia de San Pedro: la solemnidad -que nos recordó la vaticana- de la Función Solemne en la -ya digo- festividad de la Virgen con la presencia de nuestro obispo José Rico Pavés, la intervención de un coro San Pedro Nolasco en estado de gracia, la nutrida asistencia de hermanos y aviadores de la antigua Base Aérea de Jerez, así como la posterior visita del prelado a la Casa de Hermandad para firmar en el libro de honor de la Hermandad. ¡Qué ejemplo la fidelidad a los cultos de cofrades veteranos de la talla de los hermanos Miguel, Nene y Maribel Puyol Vargas!
Delta: Por cierto, el Coro San Pedro Nolasco hizo las delicias de cuanto público se congregó delante del Hotel Don Ramón, en Sevilla, con motivo de la procesión Magna y del paso por el lugar del palio de la Macarena. Desde el balcón de una suite dedicaron los miembros del coro una sublime pieza musical a la universal Esperanza. Impagable y plausible iniciativa de María Luisa siempre en honor de la Madre de Dios.
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