Manuel Bernal Romero. Ellos y ellas. La joven poesía del 27
Jerez: de Capuchinos a San Marcos
Jerez íntimo

No hubo lamento negro, sino testimonio blanco, este pasado sábado, por la collación de San Marcos. Cuanto principió siendo, años ha, una cita cuaresmal para propios y prácticamente ningún extraño, ha derivado hogaño en uno de los actos más exquisitos -de intimidad hacia afuera- según el calendario no siempre archisabido del tiempo de vísperas. Con público en cuarto creciente. El Señor de la Cena imanta una atracción tan humanamente trascendente que de entrada te resitúa. Su viacrucis a pie de calle favorece la reflexión. Observas el sentido de la medida en la justeza y el equilibrio formal. La práctica totalidad de las miradas se escalonan piramidalmente hacia la cúspide del rostro de Cristo. Sus hechuras, de puro elegantes, nos conmueven. Todo cambia si cambia la conciencia, afirma Gabriel Celaya en su obra ‘Memorias inmemoriales’. La Hermandad de la Cena propone a cada instante el cambio social que precisa la reconversión interior. Ad majorem Dei gloriam. Si te detienes en los significantes de la mano derecha -que sostiene el cáliz-, entonces repasas la dimensión del Magnificat anima mea Dominum. La Eucaristía, como así afirmaría Ratzinger, “es nuestro sí a la Iglesia como cuerpo de Cristo, que nos permite salir de lo meramente terreno para unirnos a lo divino y eterno”. El hombre que campa a sus anchas, y domina y domeña el indiferentismo religioso, quiebra toda opción de plenitud. El padre Jorge Loring comenzaba por lo común sus charlas preguntándose a sí mismo la principal razón de su cristianismo y la respuesta, ya a viva voz o incluso a voz en grito, no se dejaba esperar: “Porque no soy imbécil”.
Los hermanos que integraron el cortejo del viacrucis de la Cena dieron ejemplo. Mirada al frente, conservación intacta de las distancias, silencio como expresión de Fe. La Junta de Gobierno que preside Manuel Muñoz Natera tuvo un gesto de categoría al canalizar la organización de las estaciones en la elección de unos lectores sin parangón: los niños. Sigo el día a día de esta institución a la que in illo tempore pertenecieron los siempre recordados José Guerra Carretero y José Ramón Fernández Lira. La transparencia informativa y la permanente invitación a la abierta participación de todos los hermanos -y no sólo a las convocatorias públicas abiertas- constituyen una muestra incontestable de aperturismo y visibilidad. De idéntico modo, que la secretaría y la tesorería presentan horas de atención y consulta con horario fijo a la semana e, igualmente, que la mayordomía exponga por adelantado los días de trabajo e invite a todos los hermanos a participar en sus quehaceres, refrendan un democrático signo de acogida sin excepciones. Hablo con conocimiento de causa en tanto pertenezco al grupo de difusión, a través de WhatsApp, de esta corporación que tiene a tan bellísima Virgen de la Paz como Sagrada Titular. Salve Regina. La Cena es mucho más que una cofradía.
Un rato antes asistimos -omito quiénes- a otro encuentro en principio íntimo que sin embargo contó con la agradecida concurrencia de numeroso público. La Hermandad de la Defensión -crux ave, spes unica-, que es la personificación de la cortesía y el buen gusto, presentaba su cartel de la Semana Santa. El autor de la magnífica instantánea es el conocido gran cofrade de las Cinco Llagas José Soto Rodríguez, hijo del histórico del Silencio Blanco José Soto Ruiz -que su santa Gloria goza-, ejemplar mayordomo y tesorero y diputado mayor de gobierno de la década de los 50 y 60, entre cuyos incontables servicios hallamos por ejemplo la elección y donación a la Hermandad de su Amantísima Titular María Santísima de la Esperanza. Fernando Barrera Romero -ese hermano mayor del instituto penitencial de Capuchinos que ha fusionado la excelencia con la natural habitualidad- tuvo la deferencia de conceder el uso de la palabra a su padre y fundador de la Defensión Fernando Barrera Cuñado, quien además fue amigo personal y compañero de espacio profesional del citado Soto Ruiz. La intervención de Barrera Cuñado, para enmarcar con moldura de oro en volutas barrocas. Fernando, a punto de entrar en la edad nonagenaria, mantiene su reconocida calidad verbal a partir de una connatural oratoria tan característica de quien acumula un bagaje sin par -o hasta impar- en el orbe cofradiero.
Por su parte, Pepe Soto cuajó una improvisada intervención que gustó sobremanera al respetable en tanto desglosaría su genérico concepto del cartel de temática semanasantera y más concretamente las claves del que in situ presentaba en un salón de actos repleto de hermanos inminentemente anónimos a propósito del ascetismo de cada Martes Santo. Abundó Soto en que la lectura principal de la fotografía no radicaba en el plano completo del Crucificado sino en la Esperanza que irradiaba el paso de palio de la O hacia adelante, sobre el reguero de nazarenos de la Virgen, con destino a la Cruz de Cristo. Esta explicación gustó tanto a Fernando Barrera Cuñado que quiso corroborar ulteriormente cómo las Cinco Llagas -la extensión de la Esperanza- y la Defensión -el santo madero de la Cruz- de nuevo estaban unidas en una misma realidad. A través de la Historia, de la fotografía y de las causalidades y nunca casualidades. Las cosas, sí, del Señor…
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