El Palillero
José Joaquín León
Michelin contra Michelón
Jerez íntimo
A todas luces es una auténtica delicia conversar con Francisco Holgado Ruiz. Se trata de un ser muy especial, empático, directo y dilecto en la transmisión de su mensaje, sus vivencias, su capacidad evangelizadora. Hombre de Dios nacido para servir al prójimo. Sin reservas, sin bagatelas, sin cortapisas, sin laxitud, sin claudicaciones. Desde pequeño asido, como santo y seña, a la máxima de madre Teresa: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”. O a la germinal comunicación urbi et orbi de Benedicto XVI cuando, asomado al balcón de las bendiciones, la logia central del Vaticano, pronunció la grandeza de saberse “un humilde servidor en la viña del Señor”. Jamás pro domo sua. En el diálogo -sereno, reposado- con Francisco Holgado quien suscribe siempre sale ganando (a fuer de oyente), tan esponjado de testimonios. Reconforta intercambiar impresiones con hermanos en la Fe de tamaña raigambre doctrinal. Casi a bocajarro le pido un lacónico ejercicio de autodefinición: “Ante todo una persona que quiere ser cristiana. Hijo, esposo, padre y diácono permanente”. No hay que ser un lince ni tampoco más listo que Cardona para advertir su temprana vocación cristiana: “Con 6 años estaba ya de monaguillo en la parroquia del Chicle. Me tuvieron que hacer la ropita porque todo lo que estaba en San Rafael me arrastraba. No es que haya crecido mucho desde entonces (risas). Mi tía iba los sábados por la tarde a la celebración de la Eucaristía y yo la acompañaba. Y cierto día el sacerdote me invita a que le ayude, y sea monaguillo, que toque la campana. Ahí comienza todo”.
Sus padres, Concepción y Francisco, le inculcan pronto la grandeza de Dios: “Nosotros vivíamos muy cerquita de la parroquia, en una casa que aún conservamos. La vinculación que tenían los padres paules, que estaban en San Rafael cuando yo llego allí, con mi familia, con mis padres, era una relación muy buena. Ellos iban a casa a comer. La única salida que yo tenía entonces se limitaba al trayecto que unía mi casa con la iglesia y la iglesia con mi casa. Me encantaba aquello de ayudar en todo lo que pudiera a la parroquia. Sin descartar, claro está, las trastadas típicas de un monaguillo de mi edad”. Francisco juega, crece, se abraza, germina a la vida junto a su hermana pequeña: Inmaculada. Cierto día una desgracia se cierne sobre la familia: su querida madre muere prematuramente a la edad de 42 años. Francisco había recién cumplido los 12. El mundo se hace añicos y todo un serial de interrogantes dibujan volutas oscuras, como crespones negros, en su pensamiento de niño con llanto de corazón encogido. Acude al Sagrario a cuestionar el porqué. La fecundidad vital de aquella acción marca un antes y un después en el presente y el futuro de un chiquillo tocado por la mano del Señor: “A raíz de aquello la Iglesia sería ya, siempre para mí, Maestra… pero también Madre. No me cabe la menor duda. Realmente para mí la Iglesia ha sido Maestra, pero indudablemente Madre”.
Francisco Holgado es funcionario del Ayuntamiento, coordinador de la Pastoral de Exequias en los tres tanatorios y en la capilla del cementerio. Destinado en la parroquia de San Dionisio. Gestiona además el economato diocesano. Ídem en un centro, sito en San Fernando, para personas sin hogar. Acompaña en la Liturgia a don José Rico Pavés, nuestro obispo, cuando lo requiere. Esposo de María Belén. Y padre de Pablo, Juan, Belén, Pedro, Manuel, Javier, María, Clara, José y María del Valle. Diez hijos, diez bendiciones. “Vivimos siempre en casa la Fe desde el prisma de san Vicente de Paúl”. Un pajarito me silba que “todos sus hijos son muy educados y que también se cuidan mucho entre ellos, unos a otros”. El nombre de la benjamina de la familia estuvo registrado de antemano. “Me invitaron hacer el Pregón con motivo del VII aniversario de la Coronación de la Virgen del Valle -aclara Francisco-. Mi familia ha sido siempre y somos de la Hermandad del Cristo. Una de las frases que yo dije en el Pregón fue ‘si otra hija yo tuviera/ María del Valle sería su nombre/ porque tu nombre no lo tiene cualquiera’. Cuando poco después se quedó Belén embarazada y supimos que era una niña, todo el mundo me recordó que ya públicamente había prometido su nombre”.
Francisco Holgado enseguida responde a propósito de su palabra preferida del diccionario: discernimiento. “Es necesario tener los pies en el suelo, siempre, en todos los momentos de la vida. Por el contrario la palabra que más detesto es infidelidad. En primer lugar a uno mismo, y ya después de uno mismo pues tira de la manta. Si no eres fiel contigo mismo, con lo que crees, con lo que piensas…”. Sitúa a la Biblia como su libro de cabecera. “Ahí está la historia nuestra de la Salvación y donde además nos reflejamos todos nosotros. Al menos yo. Hay un libro que estoy leyendo ahora mismo, de san Juan Pablo II, que lleva por título ‘Signo de contradicción’. Del año 1972. Muchas veces da la sensación de que uno, en esta vida, va a contracorriente. En muchos aspectos. En lo personal, en la familia, en la Fe. Y este libro ayuda a comprender muchísimas cosas”.
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