Jerez: Domingo de Resurrección de 1938

El Teatro Villamarta proyectó el Domingo de Resurrección de 1938 la película ‘Morena Clara’.
El Teatro Villamarta proyectó el Domingo de Resurrección de 1938 la película ‘Morena Clara’.

17 de abril de 1938. España estaba sumida en la perforación y la perturbación de la siempre oxidable guerra cainita. La contienda civil por defectos (plural) -en sus muchos excesos-. Nadie abordaba ningún punto de partida. Todo viraba en un repente. La oquedad parecía perpetuarse en la más pavorosa y voraz diseminación del caos (fratricida). El terror y la aparente normalidad cohabitaban en un mismo barrunto. Pura sociología cañí del garrotazo y la ferocidad a punta de bayoneta. Si bien aseguraba el poeta que “sólo lo excepcional es duradero”, a Dios gracias esta contienda tendría no sus días contados -la agonía del país tiraba para largo- pero sí su fecha de caducidad. Nada es tan difícilmente superable como una herida nacional abierta en agraz. La sangre derramada pugna contra el olvido. Sin embargo nuestros padres y abuelos acometieron una labor digna de encomio al respecto de este particular. Pese a que décadas más tarde el hacha de la Guerra Civil se haya desenterrado a veces por intereses espurios. Sólo en el fondo del perdón habitan verdades como pechos. Aquel 17 de abril Jerez se desperezaba tras una Semana Santa con cofradías a pie de calle. En aquellos entonces el Domingo de Resurrección poco se asemejaba a los usos de hogaño. Distintas coyunturas, diferentes hondones del pensamiento…

Si paseabas la ciudad, enseguida te topabas con los cafés abiertos y los comercios cerrados (por aquello del pertinente descanso dominical). ¿Qué tiendas y establecimientos adquirieron fama en tan agridulce época? Un buen puñado que bien podríamos calificar de señeros. Por ejemplo los peluqueros Julián y Crescencia en calle Arcos 27. La fábrica de losetas de cemento y piedra artificial Casa Palacio en la antes denominada Plaza Primo de Rivera. O la consulta del renombrado doctor y académico Valentín Gavala Calderón -medicina general y enfermedades de la infancia, Rayos X, diatermia- abierta en calle Ramónde Cala 2. El mítico Foto Fiallo, estudio sito en calle Santa María, 15. El Gran Café-Restaurante Fornos se llevaba la palma. Jerez despertó al hilo de cierta relativa calma. Tras las procesiones siempre deviene como una especie de serenidad interior. Y las horas reservadas para el descanso de los viandantes impenitentes. La alcaldía quiso hacer pública su satisfacción por la brillantez que revistieron todos los actos propios de la Semana Santa. Y, con especial énfasis, por el excelente comportamiento del pueblo jerezano, que, según la referida alcaldía “ha dado una vez más muestra de su cultura y su religiosidad, sin que se produjeran incidentes, a pesar de las grandes aglomeraciones de público que se han formado en las calles”.

Decenas de jerezanos respondieron a las convocatorias de las misas que se aplicaron en San Francisco -a las siete, nueve y doce del mediodía- y en el Carmen -a las ocho y media, nueve y once de la mañana- por el primer aniversario del fallecimiento de la señora Maríadel Carmen Martel y Arteaga, marquesa viuda del Mérito, marquesa de Valparaíso, Grande de España, dama de la reina doña Victoria Eugenia, dama noble de la Orden de María Luisa, etcétera. Sus hijos los marqueses del Mérito, duques de Algeciras, duques de Santoña y Ángeles López de Carrizosa, nietos VictoriaElena López de CarrizosayPatiño, Mercedes, Ricardo e Isabel López de Carrizosa y Hoyos, Juan Manuel y Carmen Mitjans y López de Carrizosa, hermana política señora condesa viuda de TorresCabrera, primos, sobrinos y demás parientes rogaron asistencia. La Hermandad de la Santísima Virgen de la Esperanza estuvo expuesta a la veneración de sus fieles durante el Jueves y Viernes Santo. La Junta organizadora de esta naciente cofradía llevaba no escaso tiempo desarrollando una eficaz y fecunda labor en aras de las actividades preliminares y de cara a la constitución de la cofradía, que meses antes fue autorizada por el señor cardenal-arzobispo de Sevilla.

La tarde del 17 de abril de 1938, aparte de las convocatorias religiosas propias de la jornada, se abría a los ciudadanos con ofertas cinematográficas de toda índole. Cine, cine, cine… más cine, por favor, cantaría décadas más tarde Luis Eduardo Aute. El séptimo arte no se cultivaba como método de escapismo ni como herramienta de evasión, sino como indagación en mundos paralelos. Era necesaria esta catarsis de la imaginación en años de guerra. Así el Teatro Villamarta proyectó dos películas en sesión de tarde y noche. La vespertina: ‘La hija del barrio’, anunciada a bombo y platillo como una “deliciosa creación de la pequeña gran actriz, rival de Shirley, Jane Withers”; para la opción nocturna, un “sensacional estreno”: ‘El poder invisible, con Bela Lugosi y Frances Drake. El Teatro Eslava propuso un programa doble, antecedido por un “precioso dibujo sonoro”: la “monumental película del oeste” titulada ‘Justicia para el indio’ y, finalmente, la superproducción ‘Las telefonistas’. Anunciaron asimismo que muy pronto estrenarían ‘El hombre león’. El precio de las localidades: a saber: butaca, 0,50 pesetas; delantero, 0,40 pesetas; grada, 0,20 pesetas. El Salón Jerez: ‘Raza de valientes’, por el gran caballista TimMcCoy, y, para la noche, ‘Morena Clara’ protagonizada por la inigualable ImperioArgentina. ¡El día que nació ella, ay, qué planeta reinaría!

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