Jerez, Antonio Reinado y la saeta

07 de junio 2021 - 05:05

Jerez/Alfa: Los barrios de la ciudad también litigan contra la materia nostálgica. Los recuerdos son violáceos, como las esquinas de lo impreciso. Los barrios antiguos de la ciudad reclaman su permanente apelación: de lo contrario serían especie en proceso de extinción. Al menos en los recodos de la memoria. Jerez constriñe barrios ya embalsamados en la tónica de su diaria necrológica. El tiempo -ese bullebulle que siempre pone pies en polvorosa- ha emitido un virulento edicto (fúnebre) sobre San Pedro, San Lucas o San Mateo (cuyas calles antaño a la sazón aglutinaban algarabía por doquier, contradanza de señoras haciendo los mandados, abuelas que parlaban entre sí de balcón a balcón, alcobas grandes con sonoridad de coplas, tabancos con predominio de título de canción de Marujita Díaz: vino tinto con sifón). Los barrios sostienen un temperamento propio, un carácter, una forma de ser, una vida que es suma coral de muchas vidas, un ADN, una identidad, una sangre, una sístole y diástole, y, como tal, crecen, se reproducen y -sólo los que corren peor suerte- fenecen de modo galopante. Otros barrios se mantienen incólumes generación tras generación. En cualquier barrio muerto -por inanición, por desatención, por dejación- existe todo un collage de espíritus interiores. Aquellos que suman biografías de fábula o de garabatillo, perfiles que siempre supieron mover ficha a favor del jaque mate de la monotonía (para permutarla en cotidianidad despierta, en marcha, como así las novelas costumbristas de Cela); vecinos que, parafraseando a González-Ruano “hubiesen sido buenos discípulos de Sainte-Beuve, con una personalidad y su interés, sin duda”. La remembranza del barrio de San Pedro de la década de los setenta pierde ahora además otro paradigmático habitante entonces de la collación: Antonio Reinado Camacho, hombre de pelo anillado y sabia conversación. Fue esposo de Mercedes Prado Guerrero. Nos ha dejado a los 93 años de edad. Todo un señor. ¡Un fuerte abrazo para sus hijos Ángeles, Mercedes, Antonio y Marisol! De la calle Valientes de aquella época, tan palpitante de ambientación social, quedémonos con la alegría colorista de Antonio Reinado. Con la poesía -sí, poesía- de su semblante siempre afable. Porque ya nos alertó Gómez de la Serna que “está prohibido formar un manual de epitafios en verso”.

Beta: Los jerezanos en general y los cofrades y amantes del flamenco en particular están de franca enhorabuena. Mucho nos hemos quejado -porque la realidad nos echaba el brazo por el hombro- a propósito de la falta de novedades librescas referidas a la cosa semanasantera de esta Muy Noble y no siempre Muy Leal ciudad. Trabajos rigurosos compilados en forma de libro con su ISBN, su depósito legal, sus derechos reservados, su editorial de largo alcance, su distribuidora de pies de siete leguas, etcétera, han escaseado. No así en la cercana y adelantadísima Muy Mariana ciudad de las quimeras soñadas por Luis Cernuda, entre el barrio de Santa Cruz y el Cachorro trianeando sobre el puente, donde la edición de temas locales, autóctonos, genuinos, crecen en vistoso muestrario tras los cristales de las librerías de la Villa y la Corte. Juan Salido Freyre, académico de Número de la jerezana Real de San Dionisio y brillante flamencólogo, ha presentado, bajo el sello Almuzara, la obra ‘La saeta. Su origen flamenco’. Un ensayo de cuerpo entero cuyo contenido desglosa, entre otros, capítulos interesantísimos sobre la saeta preflamenca y su evolución, las influencias árabes, judías y los antecedentes litúrgicos-cristianos o a su vez Jerez de la Frontera y el origen de la saeta flamenca. Un trabajo que recomiendo a pies juntillas. Ofrece además unas ilustraciones para quitarse no el sombrero sino el cráneo. Pongamos que hablo, de partida, de grabados de… ¡Gustave Doré! ¿Dije algo?

Gamma: Por la gloria de tantos padres que (nos) llevaron a sus hijos de la mano al Estadio Domecq inyectando el júbilo de un sentimiento blanquiazul, suscribamos cuatro palabras al hilo del ascenso de categoría: ¡Industrial! ¡Tracatrá! ¡Industrial! ¡Tracatrá!

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