Marco Antonio Velo
De Valencia a Jerez: Iván Duart, el rey de las paellas
Jerez íntimo
De seguro alguien se preguntará por qué diantres tantísimos jerezanos se desplazaron -por separado- a la vecina localidad de Sanlúcar de Barrameda la noche del pasado sábado 20 de julio. El reclamo -apriorísticamente- hallaba su contexto en cierto inacostumbrado paraje de bucólica dermis y bagaje trufado de Historia: esto es: un jardín amplio, como el nocturno bostezo de la naturaleza, y bellísimo, como la silvestre querencia de una remembranza. Adivina, adivinanza: ¿de qué jardín se trataba? ¿Y, a mayor concreción, un jardín solitario -como el personaje parido por Fran Striker- o plagado de seres mágicos? Primera pista: no estaba vinculado este terreno de ornamentales plantas a ningún filamento cinematográfico y, por consiguiente, ya podemos descartar de antemano la posibilidad de una sesión de cine de verano proyectando películas tales ‘El jardín del diablo’ -con el abanico femenino de las pestañas de Susanna Hayward, la versatilidad rubia de Richard Widmark y la leyenda virginiana de Gary Cooper-, ‘El jardín de la alegría’, ‘El jardín de las palabras’, ‘Demonios en el jardín’ -con trío de ases en femenino plural: Ángela Molina, Ana Belén y Encarna Paso-, ‘El jardín de las delicias’ -drama satírico de Carlos Saura- o, por ejemplo, ‘El jardín secreto’, al hilo de la colosal interpretación de Assumpta Serna en el papel de Lucía.
Tampoco se trataba del encuentro de un club de lectura cuyos miembros analizasen a coro libros como ‘El jardín olvidado’, ‘El jardín de vidrio’, ‘Un jardín en Badalpur’ o ‘Desde el jardín’ de Jerzy Kosinski. Menos todavía respondía el quid de la cuestión a un jardín musical: excluyamos por ende canciones como ‘Jardín prohibido’ -bastinazo de mediados de los años 70 en la voz de Sandro Giacobbe (ahora versionada con ‘alta fidelidad’ y elegante estética por Sergio Dalma) o la icónica ‘Jardín de rosas’ de Duncan Dhu: “Dime tu nombre/ y te haré reina en un jardín de rosas”. Nos referimos -ahora sí- a los Jardines del Palacio Municipal de Sanlúcar de Barrameda. Allí acontece -con periodicidad anual, de un tiempo a esta parte en fechas estivales- el festín onírico de la serenidad, la mixtura entre realidad y ficción, el arquitrabe cromático de la leyenda en quietud con viveza de carne y hueso. Una cita bajo el embrujo risueño de la luna con sonrisa de oxígeno y templanza boquiabierta. Ni la iniciativa distancia seres humanos ni el viento aúlla entre los troncos de los árboles: sino más bien al contrario: cose dimensiones en el microcosmos de universos alados: allá donde los besos emergentes descienden de las trenzas del verano.
‘Los ángeles del jardín de Montpensier’ es una visita -para todos los públicos- que recuerda el verso del poeta pianista del 27: “Cae el líquido fértil de mi estatua/ y los navíos cabecean amarrados al alba”. Gracias al brío y empuje y virtuosismo profesional en la caracterización de la Asociación Juvenil Bodypaint Sanlúcar y a la meritoria gestión de José Bernal -tan excelente relaciones públicas siempre atento al mínimo detalle organizativo- de nuevo ha sido posible esta actividad de carácter benéfico. Los ciudadanos de las diferentes localidades de la provincia agradecemos al consistorio sanluqueño el plácet a favor de una actividad de la delegación de Juventud que a rajatabla -sin paréntesis ni cortapisas- ha de convocarse, sistemáticamente, cada año, como un conteo de estrellas cuya suma jamás merme en su puntualidad. Todos los visitantes logramos adentrarnos por los líricos vericuetos de los jardines del Palacio de Orleans y la familia Montpensier para formar parte indisoluble de una aventura teatralizada -acompañados por un guía que a media voz, como mandan los cánones del respeto a presencias ajenas- describía el origen y la hechura de las fantásticas criaturas que, at nightfall, allí habitan. Surgieron de la nada, como por arte del birlibirloque, de diez de la noche a dos de la madrugada.
Innúmeras fueron las personas que acudieron a este encuentro con el más allá. A medida que avanzamos el itinerario, sumidos en la penumbra de un silencio por veces sorpresivo, observamos en diferentes puntos de localización y focalización a Lucifer –“el ángel más bello y amado por Dios que pecó de orgullo”, nuestro guía dixit-, Ofanim –“o comúnmente conocido como Trono, bisabuelo de Noé, representa las ruedas de un carro”, el demonio Murmur -toca deliciosamente el piano-: “El gran duque y conde del Infierno, simboliza el ruido, el susurro, el murmullo y el sonido de la trompeta”, Galadriel –“puede leer el futuro y representa el valor, la fuerza y la esperanza”-, Uriel –“el ángel ultravioleta (su símbolo es el fuego) que expulsó a Eva y Adán del Paraíso”-, Cupido –“proviene de la mitología romana como dios del deseo amoroso”- y Olirium –“trae consuelo espiritual y bondad”-. ¡Enhorabuena a Sanlúcar por ofrecernos esta sintonía y esta sinfonía a flor de piel!
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