La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
IBA paseando por la calle Santo Domingo, feliz tras haber encontrado en la librería una novela con todos los predicamentos para tenerme enganchado a ella durante algunos días de este tórrido mes de agosto. Y es que La verdad sobre el caso Harry Quebert de Joël Dicker (Alfaguara, 2013) ha conseguido por un lado la alabanza unánime de la critica, pero también y al mismo tiempo -lo que es menos corriente- la del público. Cuando una novela comienza a funcionar, es decir, a ser leída y comentada por los lectores dando lugar a lo que se ha dado en llamar el 'boca a boca', es improbable que pueda desilusionar al futuro nuevo lector. En fin que me encontraba, como les decía al comienzo de estas líneas, como un feliz y despreocupado paseante cuando se puso a mi altura un coche desde el que un bronceado Atanasio me recriminaba haber escrito una 'novelita' sobre Asta Regia. "Pero, hombre, Ramón, una cosa es escribir sobre libros, y otra una novelita sobre las excavaciones de Esteve en Asta. Los arqueólogos tienen que estar contentos contigo y con tu amigo Pepe".
La lentitud del vehículo hizo que se formara en pocos instantes una nada despreciable caravana, cuyos conductores comenzaron a impacientarse del monólogo que Atanasio dirigía al unos instantes antes feliz peatón. Ante el concierto de claxon que se estaba iniciando Atanasio optó por acelerar el vehículo, no sin antes dirigirme ante la incredulidad de peatones y conductores un "Adiós excelso novelista! Aspirante a Reverte". Como supondrán el resto del camino a casa, con la novela de Joël Dicker en ristre recordándome lo difícil de captar el interés de los lectores, no fue tan apacible como instantes antes. La verdad es que llevaba tiempo planteándome novelar aquella hazaña del arqueólogo municipal en Mesas de Asta en una época, los años cuarenta del pasado siglo, donde nadie parecía prestar atención a la historia escondida en aquellos parajes.
Cuando le comenté la posibilidad de escribir una historia ficticia sobre aquellos años en que Esteve comenzó la primera campaña de excavaciones a José López Romero, otro admirador del personaje, no dudó en acompañarme en este viaje incierto que finalmente se materializó en esa novela a la que se refería Atanasio: Asta Regia: el secreto de un arqueólogo (Praxis, 2013). Mezclar ficción y realidad siempre es una tarea complicada y más cuando trata de personajes y hechos relevantes de la historia local y provincial. El riesgo es alto y el veredicto de los lectores definitivo.
Y en todo caso, si Atanasio tuviera razón una vez leyera nuestra novela -cosa que hasta ahora no ha sucedido- siempre al final nos quedaría Joël Dicker.
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