El juez Calatayud

HACE unos días tuve la ocasión de volver a escuchar al juez de Menores, Emilio Calatayud, conocido por sus sentencias educativas con jóvenes menores de 18 años, pero, sobre todo, por hablar alto y claro de los problemas de la sociedad actual. Hace unos días una compañera y amiga me preguntaba que, si a la vista de las noticias que escuchamos cada día en los medios de comunicación, no seríamos nosotras las que no encajamos en la sociedad actual. Después de escuchar al juez, tengo claro que los que no encajan en esta sociedad son aquellos que se saltan a la torera los principios de respeto y autoridad, pensando en que eso significa simplemente ser más moderno. Quizás, no estaría mal que, esos que confunden tolerancia con saltarse las normas básicas de convivencia, acudieran a un centro de menores o a un juicio en el que un joven ha partido la nariz a su madre ciega por querer quitarle el móvil.

El juez Emilio Calatayud no es ningún héroe y mucho menos un producto mediático, es un magistrado que lucha por poner cordura en un país que, como defiende en sus magnificas conferencias, "no tiene término medio". En sus charlas, todos esperan atentos el ejemplo de la sopa para comparar al padre preconstitucional que educa imponiendo su autoridad: "hijo comete la sopa y, si no te la comes, te la meriendas y, si no, ya tienes la cena", frente al padre postconstitucional: ¿hijo, si no te gusta la sopa, quieres que te haga un filete con patatas?".

Desgraciadamente, la consecuencia de una educación basada en los derechos, obviando los deberes, es que suben como la espuma, dos delitos: el maltrato de menores de clase media-alta a padres y los relacionados con el móvil, la nueva droga del siglo XXI. Y ¿qué se puede hacer para evitarlo? Pues simplemente, como defiende Calatayud, poner límites a nuestros hijos, educando a personas en lugar de a pequeños tiranos. En definitiva, que propone: Un pacto por el menor, exigiendo a los políticos sentido común a la hora de legislar. ¡Tomen nota!