Juguetes o juegos

Cuando el deporte es un juego en vez de una profesión

Terminan estas larguísimas fiestas navideñas en Jerez, mes y medio más o menos de celebraciones, con la celebración más extraña del día de Reyes Magos que he conocido. En estas fechas se nos llena la boca hablando de la ilusión de los más pequeños y solemos atiborrarlos a regalos, juguetes y lo que no son juguetes, pero todo vale por sacarles una sonrisa.

Mi reflexión en estas fechas, que por cierto ya la he expuesto en alguna que otra ocasión, es que por encima del juguete está el juego, que es lo que hace realmente feliz al niño o a la niña. Aún tengo muy vívido cuando mis primos y yo seguíamos jugando al fútbol en la calle con un balón recién pinchado, porque el partido había que terminarlo. Allí soñábamos que jugábamos una final de campeonato del mundo. O cuando la canasta de baloncesto era el dintel de la ventana de casa de mi abuela. En aquel momento nos convertíamos en jugadores de la NBA. Corríamos, sudábamos, reíamos y nos pelábamos, pero sobre todo jugábamos.

Recientemente hemos podido ver a través de la televisión un campeonato internacional de fútbol para menores de doce años. Allí estaban las mejores canteras del mundo enfrenándose a los mejores equipos españoles. Esos torneos desde que se pusieron en funcionamiento hace casi treinta años han servido para conocer a las futuras promesas del fútbol español y mundial. Allí vimos y conocimos por primera vez a Andrés Iniesta, Fernando Torres o Iago Aspas, pero junto a ellos pasaron muchos compañeros que no llegaron a triunfar en el fútbol profesional, pero que pudieron soñar y disfrutar disputando estos torneos.

En la final de este año, disputada entre Sevilla y Betis, David Rosa se erigió como la figura de la final, al marcar dos de los tres goles de su equipo y asistiendo en el tercero. Después de ese partidazo de Rosa le han llovido reportajes en prensa, radio y televisión, haciendo sentir al niño como si ya fuera el heredero de Navas, Puerta o Reyes, cuando en realidad es solo un niño que disfruta jugando al fútbol o así debería ser.

En muchas partes del mundo niños y niñas se ven obligados a actuar como adultos, ya sean por guerras, por pobreza, tienen como juguetes un arma o una herramienta de trabajo. Niños y niñas a los que se les ha arrancado de cuajo la posibilidad de soñar, de jugar. Aquí tenemos por lo general una realidad muy distinta. Dejemos que nuestros niños jueguen y no los convirtamos en juguetes rotos en manos de equipos de fútbol, representantes que solo buscan sacarles el máximo rédito económico. Todo tiene su tiempo, aunque a veces la ambición desmedida de nosotros, los padres, unida a nuestras frustraciones vitales nos hace proyectar deseos y miedos sobre los hombros de nuestros hijos e hijas. A ciertas edades el deporte debería ser solo un juego, aunque doctores tiene la iglesia.

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