Julio Luque (Jerez,1942-2024), un hombre de esencias

Obituario

19 de septiembre 2024 - 04:40

La revista The Economist, sesuda como pocas, publica todas las semanas un obituary, una nota necrológica muy especial en la que aparecen personas de todo el mundo que raramente hicieron titulares de prensa, pero que por sus especiales cualidades humanas, de alguna manera influyeron en su medio con sus pequeñas grandes actuaciones. Sin duda, Julio Luque es uno de ellos.

El nombre Julio Luque habla de esencias, las de un tiempo ya distante, de señorío y llaneza. Esencia de un hombre bueno, elegante y educado, caballero que jamás hablo mal de nadie y que todo lo disculpaba. Lo hacía con ese su personal destilado de simpatía, agrado y amistad. Tantas veces lo vimos en ambientes muy diferentes, fuesen de ricos, menos ricos, políticos (de derechas, claro), mejores familias, lumbreras y hasta de bobos de solemnidad. Siempre por su cercanía y contagioso regocijo, finalizaba siendo el centro de la conversación.

Esencias naturales también las fabricaba y muy bien, por cierto, atándolo al mundo del vino de Jerez del que era una gran crónica viva. Sus relatos eran un gran guiñol lleno de curiosos personajes, que, según su léxico, comprendían pródigos y pillos de Jerez tales como los tiesos o a dos velas, jugadores de tapete verde, calentitos cepillándose las herencias y a niñas valientes, así como más positivamente a jerezanos brillantes, inmensamente ricos y con buen ojo para los negocios. En ese constructo, era capaz de hacer un gran relato genealógico de grandes y desarboladas familias jerezanas con un exacto nomenclátor de nombres de hijos legítimos e ilegítimos, padres, abuelos. primos y hasta de queridas. Era difícil seguirlo, pues las historias se ramificaban y entrecruzaban tanto, que el comensal poco atento se perdía irremediablemente en el dédalo de nombres y fechorías jerezanas varias. Pero al final, te enterabas. Bueno, eso solo si no le habías seguido en la ristra de copitas.

Todo se explica: su esencial relación con el vino de Jerez, tanto como conocedor como consumidor, era fabulosa. Le venía por línea directa de su abuelo, el barojiano químico Don Adulfo (sic) de Luque, que, para pasmo de estos tiempos woke, había conseguido incluir al vino de Jerez como medicamento bajo el nombre de Vinum Xericum en importantes farmacopeas del mundo (chúpate esa, Silvestre Paradox). Su nieto lo sabía todo de bodegas presentes y las más sucumbidas, de mostos otoñales, finos de todo pelaje, olorosos, palos cortados, creams, Pedros X, brandis, ponches, vermuts, VORS, soleras míticas, vintage y hasta de vinagres. Su conocimiento de los caldos era inmenso y su comunión con ellos, singular. Sabia, como nadie, beberlos, disfrutarlos y apreciarlos. Locuaz y expansivo, tan bien educado que nunca perdió la compostura y si la perdió, ya nadie se acuerda. A propósito: sus relatos de la definición de lo que son un plomazo y dos mareas, míticos y dignos de la R.A.E. Como decía nuestra querida Cristina Ivison: este hombre, todo lo arregla con una copita... Su muy aguda hija Ariana propuso que el hígado de papá debería ser donado a la Ciencia y Humanidad en general.

En suma, Julio era la esencia de Jerez por partida triple. Lo de fuera, arropado en su total impermeabilidad informática, le importaba lo justito. Su visión del mundo exterior venía tan mediada por la lente de Jerez y su Diario que, para él y como ejemplo divertido, los chinos en general, incluidos los restaurantes japoneses, eran… filipinos, como el Sr Andrew Tan, actual magnate de Fundador.

Como un antiguo caballero español del XVI, nunca fue persona de gustos estrambóticos, pero verlo disfrutar con los tomates de su huerta era tan contagioso… Austero, nunca alabó más a langostas y langostinos más que a un buen arró de caza en una venta, que tenía que ser, obligatoriamente, -muy ordinaria-.

Generoso y con corazón de oro. Si tuviese que destacar una cualidad especial en Julio, diría que esa fue su culto a la amistad. Nunca hubo un amigo más fiel, leal y dedicado. Para el, sus amigos de todas las épocas, colegio, juventud, juergas, Zahara, trabajo, e incluso los advenedizos tardíos como los granaínos, eran solo segundos a su familia. La excepcional Cristina, que tan pronto nos dejó, junto con los queridos Ariana, Julio y Javier fueron siempre el centro de sus amores, responsabilidades y obligaciones.

Nunca hemos sentido tanto la ausencia de un amigo, pero compensa el hecho de que, al haber disfrutado de su especial amistad, su recuerdo siempre evoca una sonrisa de oreja a oreja y urgencia de brindar por él con una copita del sin par Vinum Xericum de Don Adulfo.

Zahara de los Atunes, septiembre 2024.

/Paco nogales (Catedrático emérito de la Universidad de Granada)

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