
Por montera
Mariló Montero
¿Ábalos en el Congreso?
Ser o no gracioso, he ahí el dilema. Sin discusión, hacer reír es bueno. Eso sí, siempre que no se ofenda a nadie, pues excederse en chanzas puede resultar insultante, grotesco o decadente. La cantidad de carcajadas que se contabilice, determinará en buena medida el grado de receptividad a una ironía, o bien haber caído en desgracia. Mal que nos pese, la alegría va por barrios. Hay quienes poseen un talento innato para generar sonrisas, mientras que otros las espantan con bromas pesadas o de mal gusto. Un chistoso puede encontrar su día de gloria, o quizás la horma de su zapato, dependiendo del momento, público y lugar que elija. Otra cosa bien distinta es la risa sardónica, que presenta tal convulsión y contracción de los músculos faciales que llega a confundirse con una sonrisa desencajada. Aparentemente, quienes observen esta patología pueden interpretar por error que la vida sonríe a los que la sufren, como si dieran la falsa impresión de reírse ante desgracias ajenas. Pero no. En realidad, es dolor crónico, mucho dolor, cercano a la agonía.
Entendemos por humor el estado de ánimo que muestra una persona, como genio, índole o condición, especialmente cuando se manifiesta exteriormente. Sus sinónimos resultan sobradamente explícitos: gracia, agudeza, ingenio, salero, gracejo, chispa, socarronería, ironía, garbo, alegría u ocurrencia, A partir de tan relevante término surgen otros directamente relacionados, por ejemplo simpatía, que es la capacidad de percibir y sentir directamente, de tal manera que se experimenta cómo sienten las emociones nuestros semejantes, implicando afinidad, inclinación mutua y amabilidad. También cobra importancia manifiesta el vocablo ‘chiste’, definido como dicho, burla, broma u ocurrencia aguda y graciosa, o bien entendido como historieta, comentario o dibujo con intención humorística, caricaturesca o crítica, con texto o sin él, referido generalmente a temas sociales de actualidad. Los chistes suelen contener algún juego verbal o conceptual, cuya intención es hacer reír. De este modo, se considera chistoso a alguien agudo, lleno de donaire, siendo sus sinónimos: jocoso, cómico, divertido, festivo, desternillante, e incluso payaso. Por contra, el chistoso apenas tiene antónimos: soso, aburrido o desaborido. Popularmente, el chiste alemán es el que no produce risa, al igual que, no sin polémicas, se considera un hazmerreír a quien por su figura ridícula y porte extravagante sirve de diversión a los demás.
Aunque nacido en Nueva York a finales de 1890, el cómico más influyente de todos los tiempos, Groucho Mark, era descendiente de inmigrantes judíos llegados a Estados Unidos desde Alemania. Sus más de veinte películas hicieron reír a todo el planeta, trascendiendo más allá del celuloide con frases tan elaboradas que, por su poderoso ingenio, seguirán influenciado a las generaciones venideras. Al margen de publicar dos libros de memorias, cuentos y guiones radiofónicos, si se hiciera un compendio con los aforismos lapidarios de este genuino comediante, serían dogma inequívoco para comprender y encauzar mejor la vida, como un camino hacia la felicidad, sin perder el buen humor. Marx lo tenía meridianamente claro: “No reírse de nada es de tontos, reírse de todo es de estúpidos”. Su agudeza y desparpajo permiten enlazar muchas de las frases que compuso, como si fuesen un discurso. Ahí va mi propia selección ‘Marxista’ hilvanada al efecto: “Damas y caballeros, estos son mis principios. Si no les gustan tengo otros. Si eres capaz de hablar sin parar, al final te saldrá algo gracioso, brillante e inteligente. Fuera del perro un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer. Desde el momento en que cogí su libro me caí al suelo rodando de risa. Algún día espero leerlo. Tardé tanto en escribir la crítica que nunca llegué a leer el libro. Nunca pertenecería a un club que admitiera como miembro a alguien como yo. Hoy no tengo tiempo de almorzar, tráigame directamente la cuenta. ¿Por qué debería preocuparme de la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí? Paren el mundo que yo me bajo.”
Pero, no se vayan todavía, aún hay más ‘Groucho Marxismo’: “El matrimonio es la principal causa del divorcio. Jamás olvido una cara, pero en su caso estaré encantado de hacer una excepción. Ha sacado su belleza de su padre: es cirujano plástico. Hasta cuando bromeo digo la verdad. Y no es ningún chiste. La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. Si te sientes inútil y deprimido, recuerda que un día fuiste el espermatozoide más veloz de todos. Humor es posiblemente una palabra; la uso constantemente y estoy loco por ella. Algún día averiguaré su significado. He disfrutado mucho con esta obra de teatro, especialmente en el descanso. La risa es una cosa muy seria”. Durante mucho tiempo se dio como cierto que el epitafio de la tumba del genial Groucho Marx era ‘Disculpe que no me levante’, pero realmente en la sepultura del más famoso de los Hermanos Marx solo figuran su nombre, apellido, fecha de nacimiento y muerte, junto a una ‘Estrella de David’. Por tanto, esta ha sido otra de las muchas leyendas urbanas atribuidas a Marx, que aunque dijo esa frase, lo hizo durante una entrevista que concedió, afirmando que ese era el epigrama que deseaba tener en su nicho, añadiendo que también le gustaría ser enterrado sobre el féretro de Marilyn Monroe… Pero ninguna de esas dos voluntades le fue concedida.
Otra de las grandes figuras universales del humor fue el británico Charles Chaplin (1889 - 1977). Pese a una infancia de pobreza y hospicio, alcanzó la fama en la era del cine mudo y sus memorables frases siguen resonando hoy en día con fuerza inusitada, permitiendo ser también enlazadas en un hilo pedagógico: “La vida ha dejado de ser un chiste para mí; no le veo la gracia. La vida es una obra de teatro que no permite ensayos; por eso canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida… antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos. Aprende como si fueras a vivir toda la vida y vive como si fueras a morir mañana. El tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto. Yo no soy un político ni tengo convicciones políticas. Soy un individuo y un creyente en la libertad. Esa es toda la política que tengo. Sonríe aunque te duela el corazón. Sonríe aunque lo tengas roto. Aunque haya nubes en el cielo lo conseguirás, si sonríes a pesar del miedo y del dolor. Sonríe y tal vez mañana verás el sol brillando para ti. Ríe y el mundo reirá contigo; llora y el mundo, dándote la espalda, te dejará llorar. La risa es un tónico, un alivio, un respiro que permite apaciguar el dolor. Nunca te olvides de sonreír, porque el día que no sonrías, será un día perdido. El tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto”. Amén, Charles.
Paradójicamente, una de las personas que más conocimientos académicos me aportó en su día, fue también quien más provocó mis sonrisas. Se llamaba don Antonio Caballero de las Olivas y Buzón, profesor de contabilidad, taquigrafía, derecho mercantil y estadística que, al margen de haber ejercido su profesión en Estados Unidos, tenía la peculiaridad singular de dar una vuelta completa en la cavidad bucal a su prótesis dental, encajándola de nuevo, simultáneamente, arriba o abajo, como si tal cosa. Una vez me expulsó de clase sin contemplaciones: “Usted, el que se está riendo, coja sus trastos y a la calle”, dijo. Yo le negué la mayor y él sentenció: “Dice que no estaba riéndose, si se le veía hasta morado. Váyase”… En general, nunca se me ha dado bien contar chistes y, de hecho, soy incapaz de memorizarlos. El único que se me quedó grabado es el de un afortunado en la lotería del Siglo XXIII que, dado su boyante poder adquisitivo, se apresuró a comprar un nuevo cerebro en el recién inaugurado banco de seseras. Allí le ofrecieron tres alternativas: cacumen de Picasso, Bill Gates, o Pepe Pérez, que era el más caro. El millonario preguntó qué tenía de particular la tercera opción que, curiosamente, coincidía con su apellido. La respuesta fue simple: “Ese cerebro está por usar”… Por lo general, cuando me piden contar un chiste, intento salir airoso diciendo: “Soy una persona seria, tremendamente seria, tan sumamente seria, que soy capaz de decir tres veces sin reírme, ‘pipiripi’ pajarito, ‘pipiripi’ pajarito, ‘pipiripi’ pajarito”.
En mayor o menor medida, a nadie le amarga un chascarrillo, todo depende de quién y cómo lo cuente. Para los que prefieren algo más refinado, también tienen a su disposición sencillas y atinadas moralejas. Como ejemplo coincidente recuerdo la que encontré hace muchos años en una película británica, cuyo nombre he olvidado. Aparecía en escena un hijo bajando apresuradamente las escaleras de casa, persiguiendo a su padre que acababa de ‘robarle’ el novio y salían juntos huyendo de la vivienda. Acto seguido, la imagen (en plano cenital) se centra en el salón, donde podía verse a la madre de esa familia, fumando y con rulos en el pelo mientras planchaba ropa. Consciente de la tragicómica situación, es ella quien puso fin a la historia con una frase: “Mi vida es como la gracia de un chiste malo”...
(*) Jesús Benítez, periodista y escritor, fue Editor Jefe del Diario Marca y, durante más de una década, siguió todos los grandes premios del Mundial de Motociclismo. A comienzos de los 90, ejerció varios años como Jefe de Prensa del Circuito de Jerez.
Me río todo lo que puedo
No soy de los que escriben sobre amores
para rellenar las páginas de un libro,
ni perfumo con pétalos las hojas de versos
que calmen instintos o suspiros.
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Me burlo de las utopías
para abrazar lo irreal
y demostrar que, pese a todo,
la monotonía es lo más real.
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Nunca retuerzo calificativos
para expresar lo que siento.
Si algo sale de dentro
reviento las ataduras del tiempo.
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Prefiero caer en el olvido,
antes que borreguil motivo de asedio
por esos presuntuosos succionadores
de esta mente fluctuante y sensible.
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Sólo me importa reír,
sintiendo el voraz deseo
de aclimatar lo que escribo
a la absurdez de un momento.
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© Jesús Benítez
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