
Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez: Emilio Morenatti y los poetas del 27
Línea de Fondo
UNO de los gremios más opacos en el mundo del fútbol es el de los árbitros y sus dirigentes. Recuerdo aquellos programas en la radio nocturna de José María García en los que contaba como se ascendían afines y dóciles o se descendían a los árbitros que retaban el status quo existente. Era el fiel reflejo de una herencia derivada del franquismo, donde había uno que ordenaba y el mismo mandaba.
Si un árbitro hacía algo que no gustaba o simplemente se equivocaba, eso sí en contra de uno de los grandes, se podía quedar uno, dos o diez jornadas sin volver a pitar un partido. Era muy común escuchar o leer en los medios que a tal o cual trencilla lo habían metido una temporada en la nevera. Y lo que parecía que sería una práctica a extinguir con el desarrollo de la democracia en nuestro país, hoy sigue más vigente que nunca. El colectivo arbitral sigue anclado en prácticas del pasado que perpetúan la docilidad y el clientelismo del colectivo y, por el contrario, impiden el desarrollo de un arbitraje de calidad, en el que destaquen los que más méritos deportivos demuestren basándose en parámetros objetivos.
Pero en el fútbol español parece que interesa más mantenerse en la poltrona que realmente democratizarlo y mejorar las instituciones. Cada cual con su chiringuito, lo demás es secundario. El modus operandi es bien fácil, dejar claro quien manda, demostrarlo de vez en cuando con la nevera, sembrar el miedo y evitar el colectivismo si no es con la autorización y el control del mensaje de la cúpula dirigente. Mientras que no haya transparencia, un sistema reglamentario objetivo para juzgar a los árbitros, el colectivo siempre estará en el centro de la diana y difícilmente tendrá el respeto que tienen en otros países y otros deportes, aquí nuevamente habría que fijarse en la NBA.
Menos mal que esto solo existe en el fútbol patrio, ¿se imaginan que los que suben en los partidos políticos, gobiernos públicos y demás instituciones siguiesen el mismo modelo que en el arbitraje? Recuerdo que en los ochenta y noventa del pasado siglo, corrían rumores o bulos por el ayuntamiento de que Pacheco había mandado a fulanito o zutanito a la nevera, que si de un súper despacho lo había metido en una caseta de obras, que si de jefe de no sé qué a un cuarto a hacer fotocopias y cosas por el estilo, aunque nunca se pudo constatar, ni confirmar. Afortunadamente, eso es algo impensable en nuestros días, en los que los derechos de los trabajadores se respetan a rajatabla en pos de un bienestar común, una mayor eficiencia, eficacia y equilibrio de la institución pública. ¡Ah! Eso de mandar a la nevera hoy en día a alguien porque no es de tu agrado, está descartado al cien por cien. ¿No?
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