Alberto Núñez Seoane

Leer o no leer, esa es la cuestión

Tierra de nadie

23 de septiembre 2024 - 04:25

ALGUIEN, no sé quién fue, dijo: “si no lees, no pasa nada; pero si lees, ¡uf!, si lees, pasa mucho”. No puedo estar más de acuerdo con quien fuera.

¿Se imaginan cómo sería el mundo si D. Miguel de Cervantes no hubiese escrito de las venturas y desventuras de D. Quijote y Sancho Panza?, ¿cómo sería La Mancha, cómo los manchegos, que ahora son lo que no serían sin aquellas letras escritas, y leídas, por la mano de un creador, y los ojos de un lector?, ¿qué sería de la imaginación, sin Alonso Quijano?, ¿ y qué del amor, si William Shakespeare no nos hubiese contado de Romeo y de Julieta; sin la leyenda escrita de Juan e Isabel, “Los amantes de Teruel”; sin Calixto y Melibea, la historia que Fernando de Rojas en unas cuartillas plasmó? Sería el mundo lo que quiera que fuese, pero no tendría parte de lo hermoso que tiene hoy, seguro que no.

Vivimos una vida corta, igual da el tiempo que nos dé Dios, siempre faltarán días, y noches muchas más, para ver lo que no vimos, conocer lo que no aprendimos, escuchar sonidos que no oímos, o amar a quien no pudimos; es parte de nuestra condición, somos mortales, efímeros y caducos, y somos conscientes, debiéramos serlo, de nuestra existencia fugaz.

Sin embargo hay un modo en el que podemos multiplicar las vidas a disfrutar, una forma en la que hablar con gentes, muertas ya, de llegar a lugares imposibles de hallar, de compartir pensares con otros pensares distintos, ingeniosos y grandiosos, creativos, geniales o asombrosos; y ese, no es otro más que el leer.

Fernando Savater, filósofo y escritor español, nos decía: “la riqueza que nos proporcionan los libros es una verdadera fortuna, más duradera y pura que cualquier riqueza material que se pueda poseer”. Y es que no conozco a nadie, ni sé tampoco de nadie que conozca a alguien, que habiendo entrado al mundo del leer haya elegido regresar de él. Habrá quien lea más y quien lo haga menos, hay quien devora libros más que el mismo comer y sé de quien no podría vivir sin leer, pero … ¿habiendo leído, dejar de leer?, ¡eso no!, de eso no sé.

¿Dónde estaría la fantasía sin Julio Verne, Charles Dickens o J.R.R. Tolkien?, ¿dónde Madrid, sin Galdós, Baroja o Umbral?, ¿dónde La Alcarria y el revuelco en la miseria inocente sin Camilo José Cela?, ¿dónde el Perú sin Vargas Llosa?, ¿dónde el tiempo real o imaginado, las gentes de Colombia y la raíz de Hispanoamérica, sin García Márquez? ¿Y el sentimiento, y la poesía …?, Lorca o Miguel Hernández, Benedetti o Allan Poe, Homero o Santa Teresa, Bécquer o Machado o Alexandre o Valery o San Juan dela Cruz o Neruda o Rimbaud … maravillas escritas de fantasías e imaginación, con sentimiento y mucha, mucha emoción. El mundo, no lo sería sin los versos con los que ellos lo hicieron mucho mejor.

Nos hacemos mejores al leer. Llegamos a ”vernos” desde fuera, en los ojos del protagonista al que acompañamos en la novela. Sufrimos o reímos con desgracias y alegrías, si no son nuestras como si lo fueran. Corremos por las páginas adelante como locos descabellados, en busca de la solución a éste o aquel nudo gordiano. Amamos, nos enamoramos, nos abandonan y abandonamos; nos defendemos, peleamos, vencemos o acabamos derrotados … Es milagroso el leer.

Si, a más de “vivir” lo que no nos dará tiempo a existir, en aprender o poder enseñar pensamos; entonces el libro, además de milagro, es medio y solución: lo uno porque en él hayamos la sabiduría de los que meditaron y supieron, de los que descubrieron o inventaron; sin duda también por lo otro, pues el libro es perito y maestro, muestra y ejemplo, modo y manera.

Ver una librería es sana y provechosa alegría; entrar en ella es abrir la esencia de la sabiduría; comprar un libro es privilegio tan valioso como poco apreciado, tan precioso como, por desgracia, escaso.

¿Leer o no leer?, no, no hay cuestión.

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