Libertad, fraternidad, felicidad: los discursos de Almudena y María José

La directora del colegio La Salle Buen Pastor, María Eugenia Vázquez Laboisse, y la presidenta de la Diputación de Cádiz Almudena Martínez del Junco
La directora del colegio La Salle Buen Pastor, María Eugenia Vázquez Laboisse, y la presidenta de la Diputación de Cádiz Almudena Martínez del Junco

28 de octubre 2024 - 06:30

Jerez/No. No es que un servidor de usted, preclaro lector, y de nadie más enarbole ahora la bandera -que jamás ondeó a media asta- de la Revolución Francesa bajo el lema de su grito de guerra “Libertad, fraternidad, igualdad”. Tan sólo asocio ideas, enhebro conceptos, agrupo fonemas y, a fin de cuentas, abrocho el brocamantón de un fenómeno de convergencia. Sinergia en femenino plural -dos mujeres dos- al hilo de sendas intervenciones públicas. Al abrigo de dos turnos de palabra convergentes y sintonizados según la fuerza motriz del mensaje principal. Dos intervenciones unitivas… pese a situarse en un doble contexto espaciotemporal. Me refiero, sin ir más lejos, a los discursos pronunciados por la presidenta de Diputación de Cádiz Almudena Martínez del Junco en la lección inaugural del curso 2024-25 del Colegio La Salle Buen Pastor y por la alcaldesa de Jerez María José García-Pelayo al cierre del Pleno Extraordinario de concesión y entrega de la Medalla de Oro de la ciudad a la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras. Digamos que la ponencia de la primera y el discursivo epílogo de la segunda coincidieron a la cernudiana manera -esto es: desplegando similitudes sin previo acuerdo-. La causalidad también regresa, de cuando en vez, por sus fueros. Como un demiurgo de ojos vivarachos que posee el don de la ubicuidad. Como una fuerza subjuntiva que, sin asomo de jactancia, brujulea con rumbo cierto. Enseguida atisbé la sintonía entre el verbo de María José y el fundamento de Almudena. Cuestión no de sintaxis sino de praxis. De sincronicidad. Marcel Proust decía que lo que verdaderamente une a las personas no es la identidad de pensamiento sino la consanguinidad de espíritu. En Almudena y María José, entrambas, se manifiestan al alimón las dos realidades. Conciencia social o cómo hacer de la alquimia una militancia.

La una y la otra, aun espigando distintas líneas arguméntales, en cambio sí aliñaron la oratoria a partir de terminologías troncales tales libertad, felicidad, tácita fraternidad, cultura, democracia… Educación, ilustración, conocimiento. La lección inaugural del Colegio La Salle Buen Pastor tuvo lugar el pasado 15 de los corrientes en la Sala Magna Pilar Puerta, del referido centro. Abrió la convocatoria la directora del Colegio La Salle, María Eugenia Vázquez Laboisse, para subrayar los valores lasalianos, tan felizmente incardinados en la comunidad educativa cuyo leitmotiv descansa en el ‘Tiempo de cuidar, tiempo de crear’. Seguidamente el deleite de tres piezas musicales a cargo de la coral polifónica Mateo di Bascio dirigida por el antiguo alumno Juan Vicente Gutiérrez. Almudena Martínez del Junco pasó a detallar a continuación, ante el nutrido auditorio integrado por el claustro de profesores, alumnado y padres de Secundaria y Bachillerato, aspectos históricos, políticos y educativos de la labor por trechos desconocida de nuestra no siempre valorada Diputación Provincial. A tal propósito tomó como clara referencia la primera y a todas luces trascendental Carta Magna que de hecho se enmarca en el Cádiz transformador de hace más de doscientos años. Dígase que en aquel primer parlamento democrático español -que germina en 1810 y que fructifica en la Constitución de 1812- coexisten dos ideas generadoras de bienestar: “la búsqueda de la felicidad de los ciudadanos” y “el progreso de los españoles”.

Estos conceptos de dignificación política llevan anexas una práctica y una ética que han de motivar sin demora los pasos evolutivos marcados por el gobernante. Y precisamente en dicha Carta Magna se dedica un artículo -¿continuamos con las sincronías?- al establecimiento de las primeras diputaciones provinciales. Almudena abundó, por un lado, en el desconocimiento generalizado del quehacer de la Diputación frente a órganos de gobierno como ayuntamientos o parlamentos autonómicos o nacionales; por otro, la necesidad que, para el desarrollo de los pequeños núcleos de población, asume la Diputación de Cádiz, y la concepción política de co-gobernanza y de sostenibilidad socio-educativa y económica de los individuos que conforman estas comunidades locales. ¡Chapeau!

Nos trasladamos ahora, en un santiamén, a los Claustros de Santo Domingo, noche del pasado jueves día 24. Acto de emociones no estrictamente contenidas para el jerezano cuerpo de académicos. Y para los hondones del sentimiento de familiares directos de los 63 académicos fundadores que cierto día pusieron en marcha una entidad que, entre otros méritos corporativos, ha organizado más de 4.000 sesiones académicas en aras de la cultura tanto local como universal. María José García-Pelayo cerró el solemne Pleno Extraordinario de entrega de la Medalla de Oro de Jerez a la Academia dictando -prácticamente sin papeles de por medio- un bellísimo alegato que engarzaba un fascinante análisis sociocultural a propósito de cuánto ha supuesto, durante 76 años, la docta casa jerezana. La alcaldesa se valió para ello de prismas intelectuales y humanísticos, organizativos y de sagrados derechos, como la Ilustración, la democracia, la libertad o la felicidad. Una narración que, sin ánimo de bailarle el agua a nuestra regidora sino haciendo honor a “la certeza de lo vivido”, fascinó por largo a la concurrencia. Fue muy comentada su intervención entre los académicos jerezanos y aquellos otros de la Real Academia de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes (de San Fernando). ¡Libertad, fraternidad, felicidad! ¡Viva la revolución de los valores inmutables!

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