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NO hay mejor compañero en una playa que un buen libro. Y realmente, existen muchas personas que no se olvidan de llevarse un libro al salir de veraneo con destino a una costa o camino de la montaña. Y es que el libro siempre tuvo sus cantores. Por ejemplo, los hermanos Alvarez Quintero dejaron cantado: "Amigo de los amigos,/ huésped de predilección,/ eres amigo y maestro,/ confidente y confesor,/ compañero de vigilias,/ en la pereza agujón;/ en la soledad, recreo/ y en los caminos mentor".
Los poetas, lógicamente, han glosado al libro a lo largo de los tiempos. He aquí, la alabanza de Pedro Salinas: "Cerrado te quedaste, libro mío./ Tú, que con la palabra bien medida/ me abriste tantas veces la escondida/ vereda que pedía mi albedrío." Además, fijaros en lo que escribió el mismísimo Oscar Wilde: "Si no podéis disfrutar leyendo en libro repetidas veces, de nada sirve leerlo una sola vez." Sí, porque esos libros que nos entusiasman, lo mejor es releerlos de vez en vez, para sentirnos plenamente identificados con su contenido, hasta llegar a pensar que nos pertenece, porque nos gustaría haberlos escrito nosotros. Así de clara y hermosa es tamaña sensación.
Creo que más de una vez hemos expuesto en estas páginas, que cuanto más se lee menos se imita, es decir más se perfila y conforma nuestra propia personalidad, la certeza en nuestro ideal de vida, porque a través de las conclusiones de nuestras lecturas iremos conociéndonos y rehaciéndonos según nuestras claridades. Y como creía Gabriel Miró "hay emociones que no lo son del todo hasta que no reciben la fuerza lírica de la palabra". Efectivamente, el libro clásico o moderno, encuadernado o en rústica, es el aljibe insondable donde la palabra fluye vivaz o ensimismada, repartiendo saberes y ejerciendo para todos esa "conciencia vigilante" que Antonio Machado consideraba el humano tesoro de la cultura entendida desde dentro.
Y en estos tiempos de ahínco y prisa para todo quehacer, cuando tanto nos distrae la producción televisiva, quizá sean los días vacacionales, en la playa o en la montaña, cuando el libro es requerido para acompañar la placidez del cuerpo y de la mente. Un libro para acompañar el verano está al alcance de todos. Atendamos, pues, con la mejor disposición de ánimo, la teoría del admirado Miguel de Unamuno: "Un libro, sobre todo si entra en el caudal perenne de la literatura universal, o merece entrar en él, una vez dado al público, no es ni de su autor ni de la época ni del país en que se produce, sino de quien lo lea y de las épocas y de los países todos." Hágase, entonces, en estos días veraniegos honor al libro. Escuchemos recostados en la arena de la playa o en la latitud de la montaña, asimilándola, la palabra escrita, la historia, la ciencia o el poema que cada libro esplende.
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Gracias, Errejón