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La gestión política de la catástrofe provocada por las lluvias torrenciales y la posterior riada en la Comunidad valenciana está provocando un sentimiento de desamparo y desafección hacia el poder institucional que va mucho más allá de los graves incidentes del domingo en Paiporta, que incluyeron insultos y agresiones a los principales autoridades del Estado y esa autonomía.
La tragedia está propiciando un contexto populista peligroso. Con mensajes del tipo sólo el pueblo salva al pueblo, azuzados por voces antisistema. Confundir la lógica solidaridad de la población española con la sustitución de los poderes públicos no es de recibo. Pero también las autoridades políticas tienen una enorme responsabilidad, precisamente por su irresponsable comportamiento desde que el martes de la semana pasada se lanzaron las primeras alertas de que la DANA podía provocar situaciones de emergencia. Quizás nadie podía prever la destrucción real que el tren convectivo de tormentas provocó finalmente, con más de 220 muertos, pero no hay duda de que no hubo ni previsión suficiente ni reacción adecuada por parte de las administraciones.
El espectáculo que dieron y siguen dando tanto la Generalitat valenciana y el Gobierno central es bochornoso.
Carlos Mazón, el barón del PP que abrió en 2023 la veda de los pactos con Vox y situó a Alberto Núñez Feijóo en la senda de la victoria insuficiente para gobernar, no tiene ya quien le defienda ni en su propio partido. La única salida digna que le queda es anunciar que renunciará en cuanto logre controlar la emergencia –hacerlo antes sería aún más irresponsable–, y no descarto que acabe reclamándoselo la propia cúpula del PP.
Sin restar un ápice de responsabilidad a Mazón ni a la administración autonómica que preside, tampoco puede presumir de nada el Gobierno central de PSOE y Sumar. Ante la evidencia de que el presidente valenciano estaba superado, el poder Ejecutivo estatal optó por la más mezquina de las posturas: escatimar la ayuda para evidenciar el fracaso político del PP, sin importar el drama humano y material de los damnificados.
Ni siquiera el humillante episodio del domingo en Paiporta ha servido para abandonar el tacticismo y la nauseabunda utilización política de las víctimas. Tras un ejercicio de lavado de conciencia al anunciar las primeras ayudas, generosas en cuantía, Pedro Sánchez no pudo evitar intentar sacar aún más rédito político al vincular la respuesta a la tragedia en el futuro próximo a la aprobación de los Presupuestos que le aseguren su supervivencia política, lo que demuestra una maldad sin límites.
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