Menos lobos

Su propio afán

25 de junio 2024 - 05:01

Enseguida los políticos te cuentan que, fuera del foco y bajándose de las tribunas, tienen una relación entrañable con los miembros de los partidos rivales. Se lo pasan bomba en el bar del congreso. El pasillo es una feria. El salón de los pasos perdidos, uno de baile. Los cenáculos, cenones. Casi nunca te cuentan, sin embargo, que, bajándose de las tribunas y fuera de foco, la relación realmente encarnizada es con algunos compañeros de partido; pero éste no es mi tema hoy.

Mi petición es que, si son tan amigos, transmitan ese buen rollo desde las tribunas. Y que si la verdad es la confrontación (hay temas ahora en España sobre el tapete que piden gravedad) no dejen de discutirlos en privado. La impresión, si no, es que nos echan carnaza de rivalidad al pueblo soberano para asegurarse una hinchada inflada. Eso demostraría muy poco respeto al pueblo soberano. La crispación social tendría un punto inflacionario, digamos, que es el impuesto a los pobres. No es digno abuchear en el Congreso a quien dice lo que tú piensas o votar en contra de lo que uno comparte en su fuero interno porque lo presenta el rival.

Deberían reducir al máximo la diferencia entre el tono en privado y el tono en público, para lo que tendrían que estar menos faltones en las tribunas y ante la prensa y algo menos afables en los pasillos y las cenas. In medio, virtus en un medio y en otro. Siempre aconsejo lo mismo. Un columnista debe escribir lo que dice en privado y las bromas que se gastan a la espalda no deben diferir mucho de las que se dicen de frente. Eso exige más valor por un lado y más prudencia por el otro, dos caras de la misma moneda de la autenticidad.

Demasiada duplicidad responde al miedo. Se entiende que a Stalin no le ibas a contar un chiste anticomunista. El miedo de los políticos a la opinión pública demuestra que no lideran, sino que manipulan. Y manda el poderío del mercado electoral, que pide, como un dios pagano, sangre, aunque sea metafórica.

En mi petición de unidad de discurso y de actitud, no ignoro que hay un componente utópico y que es natural y aconsejable cierta diferencia de tono y de temas en privado y en público. Pero el ideal es acercarnos a la coherencia y a la honestidad, sin fingimientos ni sobreactuaciones. Y evitar siempre las intenciones maquiavélicas, como movilizar el electorado o bloquear el razonamiento a base de pulsiones grupales o anular la autocrítica.

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