Marco Antonio Velo
De Valencia a Jerez: Iván Duart, el rey de las paellas
Persiguiendo un sueño
ESTA semana en clase hemos tenido que hacer la actividad-regalo para el Día de la Madre; como mis alumnos sólo tienen seis años, no sólo hay que guiarles con las tijeras y el pegamento, sino también hay que explicarles el motivo en sí de dicha actividad.
La mayoría -envueltos aún en inocencias-, sólo querían colorear el dibujo de una rosa para salir así del trámite y ponerse a jugar con la plastilina.
Pero como uno se hizo maestro por vocación antes que por devoción, les quise dejar claro un par de cositas acerca de la figura de la madre.
Y así, les conté que una madre es mucho más que esa persona que nos trae al mundo, nos cuenta cuentos a la hora de dormir o nos acoge durante nueve meses entre las paredes de su regazo.
Una madre es el lugar donde el dolor se cobija cuando nos tropezamos con la misma piedra una y otra vez; donde el miedo y la soledad carecen de sentido cuando son sus brazos los que nos protegen; donde las heridas se curan solas al compás de nanas y besos rellenos de azúcar, de canela, y de miel.
Una madre es el ancla a la que nos aferramos cuando las huellas de los sueños se dibujan temblorosas y van directas a la deriva del fracaso.
Una madre es la respuesta ante toda pregunta no pronunciada, la palabra silenciosa que todo lo sabe, la caricia eterna; la mirada sabia, el guiño cómplice, el beso de despedida susurrándonos al oído aquello de eres el más guapo del mundo.
Una madre es el tesoro que el destino esconde envuelta en esperas; el regalo sin envolver que seca lágrimas y alienta ilusiones; es el latido donde la palabra amor se conjuga y alcanza todo sentido.
Creo que al final mis alumnos me entendieron.
Feliz Día de la Madre.
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