El balcón
Ignacio Martínez
Motos, se pica
Su propio afán
Yolanda Díaz tiene mala uva y quiere poner el IVA de la sanidad privada y de la enseñanza privada. “No es mala uva, sino ideología y ganas de recaudar”, me reconvendrá algún lector sopesado; y yo diré que sí a la ideología y que sí a las ganas de recaudar y, de propina, poca visión y menos justicia; pero que también hay mala uva. A menudo las cinco cosas suelen ir juntas, retroalimentándose.
La mala uva la demuestra en que habla de lujos suntuarios para introducir el tema del IVA al dentista o al fisio o al psicólogo, que son prestaciones que la Seguridad Social no presta o que tienen unas listas de espera disuasorias. La enseñanza privada, desde un punto de vista más intelectual o espiritual, también ofrece un servicio que la pública –tan excelente en otras cosas– no ofrece: se llama libertad de enseñanza. Si quieres educar a tus hijos en católico o te resistes a someterlos al chorreo de lo políticamente correcto, la mala uva del IVA de Yolanda está ahí para torcer tu voluntad.
Vienen luego, por supuesto, las ganas de recaudar, y no saben ya de dónde. Todo menos cortar gastos. Entre lo que algunos trincan y entre lo que les hace falta para implementar sus agendas, no les da para ir manteniendo, aunque sea mal, unos servicios públicos sin los cuales el pueblo soberano terminaría descubriendo la tostada.
Aquí viene lo que he llamado “poca visión” porque llamarlo “estupidez” me parecería faltar. Si suben de sopetón los servicios médicos y la enseñanza privada un 25%, las colas en la sanidad y la enseñanza públicas serán de aúpa. Quizá en los colegios compensen la caída de la natalidad y será un problema aplazado, pero en la sanidad no hay nada que compensar en sociedades cada vez más avejentadas. Y a esto hay que sumar las exigencias de prestaciones sanitarias que hoy no se dan, aunque son elementales. Y también las reivindicaciones de padres que no se resignarán a perder vía impuestos su libertad de educar a sus hijos.
La socialdemocracia tiene un chollo: gentes que pagan impuestos altísimos por unos servicios que ésos que más pagan no usan mientras pagan unos servicios privados que crean empleo, alivian al sector público y evitan tensión social. A esos dobles paganos se les quieren cobrar ahora más impuestos, cual famosa gallina de los huevos de oro. Saldrá mal, pero, aunque saliese bien, la injusticia de querer cobrar tres veces a la gente por lo mismo salta a la vista.
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