Luis Mollá Ayuso

La mano negra, ¿leyenda o realidad?

EL SEXTANTE DEL COMANDANTE

Anarquistas. Los acusados de los crímenes, pertenecientes a la Federación de Trabajadores de la Región Española, fueron ejecutados en 1884. En 1904 fueron declarados inocentes

Cualquiera que pasee por la plaza del Arenal de Jerez, la de la estatua ecuestre de Primo de Rivera, podrá contemplar unas pancartas colgando del alféizar de una ventana reclamando justicia para un grupo de siete hombres ejecutados en junio de 1884, al parecer pertenecientes a una supuesta organización anarquista a la que se atribuyó en aquella época una serie de asesinatos y otros actos violentos: La Mano Negra.

Puede que Robespierre aparcara sus guillotinas al otro lado de los Pirineos, pero las fronteras no son impermeables a las ideas y los aires renovadores y libertarios de la Revolución Francesa se dejaron sentir con crudeza a este lado del telón montañoso, fundamentalmente en la segunda mitad del siglo XIX.

Después de años de goteo incesante en España, en los que Cataluña actuó como un colchón amortiguador, hacia 1878 las ideas revolucionarias llegaron a Andalucía, donde la recién creada Federación de Trabajadores de la Región Española captó cerca de treinta mil socios, prácticamente el doble que en Cataluña, aunque a diferencia de esta región, donde la FTRE se nutría básicamente de operadores del sector textil relativamente acomodados, en Andalucía procedían de lo más profundo del entorno rural, donde a pesar de la FTRE, los jornales seguían siendo los más bajos del país.

En estas circunstancias comenzaron a arder los cortijos, los viñedos y los olivares eran arrancados y el ganado amanecía muerto; los motines en Jerez y su campiña alcanzaron cotas preocupantes y en la ciudad se dispararon los asaltos a los comercios y a las casas de los terratenientes. Jerez era una hoguera y el fuego no tardó en propagarse por las pedanías llegando al Puerto, a Cádiz y a las pequeñas poblaciones de la Sierra y de la Janda. A pesar de la dureza de sus métodos, el capitán Oliver, jefe de puesto de la Guardia Civil en Jerez, y el comandante Pérez Monforte, su homólogo en la Guardia Rural, no daban abasto, lo mismo que la cárcel de Jerez que con más de ochocientos inquilinos triplicaba su capacidad. Hacían falta nuevas ideas que hicieran replantearse la situación a los alborotadores y como en otras ocasiones la solución llegó en forma de delación: Bartolomé Gago Campos, alias "el Blanco de Benaocaz" miembro de una misteriosa organización clandestina que llevaba por nombre "la Mano Negra", había sido muerto a manos de sus propios compañeros temerosos de sus amenazas de traición. La dupla responsable de la seguridad de Jerez y su campiña no tardó en encontrar la pista de los asesinos y de otros miembros de la oscura organización. Oliver comunicó a la Autoridad Judicial haber encontrado entre los restos de un cortijo abandonado en San José del Valle el reglamento de la organización clandestina, responsable, al parecer, de la mayoría de crímenes que se venían cometiendo en la provincia. Sus pesquisas condujeron a Pérez Monforte a detener a una veintena de campesinos que tras ser interrogados reconocieron formar parte de la organización y uno de ellos, Cayetano de la Cruz, confesó el lugar donde estaba enterrado el disidente de Benaocaz.

Por aquel entonces Jerez contaba con una población cercana a las sesenta mil personas, la mayor parte obreros divididos en dos grandes gremios: el del vino, que dentro de su pobreza gozaban de unas condiciones aceptables y el de los campesinos, la mayoría de los cuales vivían de los exiguos jornales del campo, pequeños robos y la caza furtiva y a los que se consideraba responsables de las algaradas cuya respuesta policial se dirigía muchas veces a los del primer gremio, alguno de cuyos componente prestaron declaración contra los detenidos tratando de que cesara sobre ellos la presión de la autoridad, pues no pocos complementaban sus pequeñas ganancias con el contrabando y en vista de que las cárceles estaban saturadas, alguno había sido deportado a Filipinas.

El juicio contra los acusados de la Mano Negra tuvo lugar en junio de 1883 y aunque durante los meses previos a la causa se dieron un sinfín de delaciones entre los propios acusados, en las que quedó probado que Manuel Gago y Gregorio Sánchez habían sido los autores de los disparos que abatieron al "Blanco de Benaocaz", se supo también que una vez en el suelo, este fue degollado por algún otro para evitar que sus gritos los delataran a todos. En cualquier caso los dos nombrados, junto a Cristóbal Fernández, José León, los hermanos Pedro y Francisco Corbacho y Bartolomé Gago, hermano de Manuel y primos ambos del asesinado, fueron condenados a garrote vil. En el juicio todos reconocieron ser miembros de la FTRE y haber tomado parte en las revueltas e incluso hubo quien aceptó su participación en el crimen, pero todos negaron pertenecer a la Mano Negra, organización que coincidieron en señalar que desconocían. La sentencia fue recurrida en el Supremo que lejos de conmutarlas, elevó a quince las penas capitales. El revuelo que causó la nueva sentencia fue tal que hubo protestas en toda España y finalmente el gobierno decidió indultar a siete de los condenados. aunque uno de ellos ya se había ahorcado en la cárcel de Jerez.

La ejecución de los siete hombres mencionados se llevó a cabo a las ocho de la tarde en la plaza del Mercado de Jerez, ocupándose de su cumplimiento tres verdugos llegados de Albacete, Burgos y Madrid. Aquella tarde la plaza y las calles aledañas de la capital jerezana aparecieron abarrotadas de gente venida de toda la provincia, con gran satisfacción de las autoridades, pues en definitiva se trataba de dar un escarmiento a la población tratando de detener la escalada revolucionaria.

Las ejecuciones supusieron un paso atrás para los movimientos sociales en Andalucía y con el tiempo se demostró que la mayoría de las acusaciones eran infundadas y que la organización llamada la Mano Negra no había existido sino en la mente de los responsables de la seguridad en la campiña de Jerez. En 1904 se rehabilitó la memoria de los ajusticiados quedando anulado el proceso, aunque ya era tarde para devolverles la vida. Descansen en paz.

Ref: Wikipedia

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