
Confabulario
Manuel Gregorio González
O tra vez el wolframio
Ya se sabe que itinerante es el que va de un lado a otro. También en las cofradías existen itinerancias. Y algunas de largas distancias, como la que cada año hacen los hermanos de la Entrega llegando hasta Jerez cada Sábado de Pasión. También la itinerancia es una condición del cristiano. Ya dijo Jesús en el Evangelio que “las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”.
Volviendo a las cofradías, parece que la itinerancia se pone de moda. Bien por voluntad propia o bien por imposición de ‘palacio’. Es el caso de la Lanzada, que este año tendrá que sacar a su cortejo desde San Lucas al no permitirse la celebración de los Oficios antes de las cinco de la tarde. Muchas veces es imposible calibrar la vara de medir de la delegación diocesana. Por un lado se permite que la hermandad emule una advocación mariana después de 25 años con devotos rezándole a una estampita bajo el nombre de Buen Fin, y ahora se prohíbe que los Oficios se celebren a las 13 horas como siempre se ha venido haciendo en la basílica carmelitana.
También los chavales de Barbadillo dispensan su poderío en la tarde del Sábado de Pasión peregrinando hasta San Miguel. Por cierto, que este día parece convertirse en la jornada maratoniana de las cofradías. La Redención hace también su particular itinerancia hacia el colegio de las Cabezas para sus besamanos y en el aire queda el Jueves Santo.
Yo no sé si todo esto responde a una cierta escrupulosidad para cumplir con las normas o simplemente que el viento está empezando a dejar de soplar a favor. De momento, San Miguel sigue saliendo de su templo y Jesús desde Cristina. Aunque nunca se sabe. La historia está llena de hermandades ambulantes. También los obispos son itinerantes y por esta razón suena como futura sede episcopal para Rico Pavés la de Córdoba. Y la Seo asidonense tendrá que ser ocupada por otro purpurado. A lo mejor es por esta razón por lo que a todo le damos muchas vueltas. Y hablando de vueltas, que le pregunten a la calle fetiche que no es otra que la Tornería.
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