Marco Antonio Velo
De Valencia a Jerez: Iván Duart, el rey de las paellas
El balcón
No se sabe por qué el ejército ruso colocó el símbolo de El Zorro en sus vehículos cuando salían para Ucrania. Hay quien sostiene que Z es la inicial de Za pobedu, Por la victoria. Otros interpretan que es el frente de batalla elegido: Zapad, Oeste. En todo caso, se ha convertido en el emblema de los partidarios del dictador ruso; aquellos que aplauden la agresión o aprueban que se apalee y encarcele a los disidentes rusos que salen a la calle para gritar no a la guerra.
La zeta es la divisa con la que Putin ha cambiado el código penal en 24 horas, con enormes multas y penas de hasta 15 años de cárcel para quienes se oponen a la operación militar. Hay miles de activistas y manifestantes detenidos, cuyas casas son registradas por la policía política, a la caza de pruebas de sus crímenes de opinión. Además de los millones de refugiados ucranianos, esos rusos son los otros héroes de esta crisis.
La guerra lo tapa todo. En España nadie habla ya de Tomás Ayuso y sus raros negocios con la región en la que reina su hermana. Ha pasado con discreción la incapacidad de la Fiscalía para procesar al antiguo rey, a pesar de constatar delitos e irregularidades de Juan Carlos I prescritos o blindados. El mes desde las elecciones que acabaron costando el puesto a Pablo Casado, Mañueco ha negociado casi en la sombra con Vox la composición del nuevo Gobierno de Castilla León. Fuera también pasa; los británicos están olvidando las fiestas gamberras de Boris Johnson en el 10 de Downing Street.
Y la guerra ofrece oportunidades extraordinarias a sátrapas diversos. El presidente de Venezuela ha recibido encantado a una misión diplomática norteamericana. Tras tres años de cierre de la embajada de EE UU, un enviado especial de Biden abre camino al entendimiento con una potencia petrolera que produce a la cuarta parte de su capacidad. Maduro está que no se lo cree, el hombre. Y el rey Mohamed VI llama nuestra atención, con el aumento de la presión sobre las fronteras españolas. La avalancha de subsaharianos en Melilla es la manera que tiene el monarca marroquí de explicarnos lo fácil que sería reconocer su soberanía sobre el Sahara Occidental, para que terminen los asaltos a la valla y además que el gran gaseoducto con Argelia vuelva a funcionar.
Entretanto sube la inflación; se disparan los precios del supermercado, la electricidad y la gasolina. Esta guerra duele; además de causar miles de víctimas y millones de desplazados nos va a empobrecer a todos. Esa Z rusa es una nueva cruz gamada en Europa.
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