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Paras y te pones malo. Pillas un resfriado de manta y pijama en pleno verano, te salen dolores donde menos te lo esperas y no dejas de encadenar fatalidades. Siempre había pensado que era sugestión: bajas el ritmo, reduces el estrés y de repente tienes tiempo para escucharte. Es entonces cuando la genética nos recuerda cómo avanza el calendario y lo mucho que nos maltratamos.
Enfermedades de ricos. En tiempo y en ocio. Recuerdo de pequeña cuando decían en mi pueblo que todo lo malo sale en verano porque nos aburrimos. Y porque nos lo podemos permitir: porque hasta las dolencias son clasistas. Evidentemente, no hay nada científico de peso detrás pero sí hay cada vez más evidencias de cómo se conecta lo psicológico y lo físico; de cómo los estados de ánimo cristalizan en nuestro cuerpo. ¿Qué son, si no, los cotidianos orzuelos?
Como los algoritmos me tienen más que calada, una de las noticias que me han asaltado estos días es de Maldita Ciencia: si es un bulo que la gente se pone más enferma cuando sale de su rutina. La Sociedad de Médicos de Familia dice que no hay ningún estudio sistemático pero sí alguna encuesta reveladora: dolor de cabeza, fatiga, dolores musculares y náuseas son los síntomas de la “enfermedad del ocio”. Para la mayoría, las vacaciones son sinónimo de bienestar físico y emocional pero ese mismo estrés que ponemos a raya puede ser el factor de alteración de nuestro sistema inmunológico y de una bajada de defensas que nos convierte en más vulnerables a contraer enfermedades. ¿Entonces sí hay relación? ¿No iban tan desencaminados en mi pueblo?
Ya imaginará que no hay que investigar mucho para saber por dónde tirar. Nos lo prescribe el Colegio de Psicólogos: calma. Ni cambios bruscos ni expectativas inalcanzables. Las vacaciones no pueden ser una carrera de obstáculos (de la impaciencia en el chiringuito a la cola del súper) ni una competición por ver quién hace más (cuesta creerlo, pero parece que ahora hay gente recurriendo al Ozempic, el fármaco de la diabetes, ¡para aumentar las ganas de hacer deporte!)
Como dicen que todo está en los libros de autoayuda, aquí van algunos: Cómo hacer que te pasen cosas buenas, El poder del ahora, La trampa de la felicidad, El club de las cinco de la mañana... El problema llega en cuanto pasas del título y se te cruzan los cables. Unos animan a producir, a que no pares, a buscar el éxito, y otros a que hagamos justo lo contrario. ¿Entonces? Pues bien, como es verano, les propongo uno: El poder de lo simple. Y no hay que estresarse leyéndolo; nos vale con el dicho de toda la vida: menos es más.
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