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A Jerez las tripas le suenan a soleá y a seguiriya. Le das una patada a cualquiera de los adoquines de la calle Empedrada… -un momento, dicho así suena como de Valladolid-; rebobino. Le das una patada a cualquiera de los adoquines de la calle Empedrá y salen siete premios nacionales del Flamenco, media docena larga de medallas al Mérito de las Bellas Artes y una olla de potaje gitano. Lo mismo te encuentras, chispa más o menos, en un desconchón, una casapuerta o un patio de geranios de Santiago. No le hace falta cotizar en el Ibex 35 para ser la industria más boyante en kilómetros a la redonda, nuestra fórmula de la Coca-Cola, el Santo Sanctorum de esta tierra donde para cantar por derecho, como dice José de los Camarones, hay que pasar fatigas. Dicho esto, más allá del flamenco Jerez sigue sonando muy bien. En las últimas tres décadas la ciudad ha sido el local de ensayo de bandas que nos hicieron saltar y desgañitarnos por obra y gracia de los Marshall, las Stratocaster y las Pearl. Una generación Rockopop, una suerte de movida jerezana en la que no podemos olvidar a pioneros como Rey de Copas. Su líder y vocalista, Fernando García, se convirtió hace unos años en el Sugar Man patrio al descubrir por carambola que uno de sus temas había vendido decenas miles de copias en el extranjero y acumulaba hasta 26 versiones distintas. Él, su autor, no había visto un duro ni había olido siquiera el éxito con el que otros se emborracharon hasta caer redondos.
En los 90 las guitarras se desataron y quemamos cajas enteras de cintas TDK escuchando a inolvidables como The Gluefaces. En la cara A o la cara B también podían aparecer Dirección Sur, Adictos, El Tubo Elástico, Indirecto y su vecina (que nos ponía taquicárdicos), El Hombre Burbuja, Transilvania, El Niño Mochuelo… En los 40 Jerez sonaba Soledad, de Kelliam’71, un grupo insultantemente joven con un vocalista que apuntaba maneras, David DeMaría. Abrieron camino para fenómenos como el que años después protagonizaron Los Delinquentes o G.A.S Drummers en parcelas musicales tan diferentes como deslumbrantes. De los que hoy están sobre el escenario me quedo con Flecha Valona, la banda de Ezequiel Márquez, que ha hecho un disco de culto titulado Los días pasarán. Espectacular.
Con todos estos y con otros muchos que seguro he olvidado (y que espero que vosotros me recordéis convenientemente) se podría confeccionar un cartel de época. Muchos no se perderían a toda esta gente o algunos de ellos en concierto. Vamos, chavales, desempolvad los amplis que nosotros buscamos a un promotor que quiera poner las perras. No habrá lumbalgias que nos pare, que no se diga, que vuelva aunque sea por un día aquella movida jerezana. Que bien sonaba.
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