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José Aguilar
Una querella por la sanidad
Cuando en 2007 se descubren la cronología y autores de la conocida como "Capilla de la Jura" de San Juan de los Caballeros nuestro conocimiento sobre el mudéjar jerezano experimentó un considerable vuelco. Fueron José Jácome y Jesús Antón los que desenterraron el testamento de Andrés Martínez Tocino, fechado en 1404 y en el que deja constancia de una deuda con Fernán García y Diego Fernández, tío y sobrino, respectivamente, por la obra de dicha construcción. En 2010 serían Manuel y Raúl Romero los que identificarían a Fernán García con el maestro que hasta 1433 ostentó el cargo de alcalde del alarifazgo, una especie de arquitecto municipal de la época. Esta posición preeminente, que traspasa ese año a otro sobrino, Alfonso Benítez, le llevaría a él y a sus familiares a intervenir en los principales edificios que se levantan en la primera mitad del XV en Jerez, y en localidades cercanas como Sanlúcar o Vejer, tal y como defiende Fernando López, el estudioso que, junto a José María Guerrero, más líneas ha dedicado al fenómeno mudéjar en la ciudad.
Tras un arte islámico del que poco se sabe y un gótico primerizo que apenas se intuye, la fusión gótico-mudéjar supone el primer estilo arquitectónico de Jerez que puede explicarse ya con un discurso coherente y que está respaldado por una mínima base documental. El primero en revelarnos nombres de maestros constructores y en mostrar un desarrollo relevante y un prestigio que superan los límites locales.
El mudéjar culmina este recorrido a la inversa por los siglos de la Edad Moderna y de la época bajomedieval. Es el comienzo y el fin de nuestro camino. Pero la historia de la arquitectura jerezana no se agota. Por fortuna, está más viva que nunca, dispuesta a redescubrirse y a reinventarse, avanzando mediante su continua investigación, retrocediendo hacia un pasado en incesante revisión.
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