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Es, en mi opinión, el momento. Alberto Núñez Feijóo no ha dado la talla, no ha podido con Sánchez, ha fracasado por completo -es lo que pienso … y ya lo siento- en el único y fundamental objetivo que tenía como líder de la Oposición: echar al presidente, evitar otros cuatro años de desgobierno social comunista, de desmadre institucional, de indultos a corruptos, amnistías a golpistas y favores a terroristas. Pero no, no ha podido; España le ha venido grande, con todos los respetos hacia su indudable buena voluntad, y Sánchez, por triste desgracia, también le ha superado.
Lo temido parece inevitable. En un muy desolador y preocupante escenario, se va a subir el telón para no echarlo en cuatro años … al menos. Tal vez demasiado tiempo para salir con bien de la tormenta que se nos echa encima …
Él, Sánchez, ha jugado bien sus cartas; Feijóo, no. Sánchez ha maniobrado con suma maestría tras la debacle que para el supusieron las últimas elecciones autonómicas y municipales. Feijóo, después de superar con éxito la crisis de su partido, causada por la desmedida ambición, incompetencia y vergonzosa deslealtad de Casado y los suyos; con el respaldo, abrumador, del incontestable y apoteósico triunfo en Autonomías, capitales, ciudades y pueblos; con la, por dos veces en dos años, aplastante victoria de Isabel Díaz Ayuso en la primera Comunidad de la nación, refrendada por el triunfo de Almeida en la capital de España; con todo esto, además de los cuatro años de infamias y traiciones protagonizadas por Sánchez, con todo esto, repito, a su favor, Feijóo no pudo, o no supo, o probablemente ambas cosas. Debe, pues, dimitir.
La agónica travesía del desierto que nos aguarda tras el fracaso, no se puede llamar de otro modo, de Feijóo, va a suponer para los españoles, a más de otros muchos y aciagos desastres añadidos, colocarnos en una muy peligrosa tesitura, una de las más trágicas, según mi criterio, con las que los ciudadanos pueden encontrarse en la mundana sociedad en la que les toque vivir: la ausencia forzada de libertad; circunstancia que, a su vez, por insufrible y fatal, es una de las que más funestas consecuencias suele acarrear, habitualmente para todas las partes implicadas.
Desconozco si Alberto Núñez Feijóo puede dormir bien, yo, desde luego, en su caso no podría hacerlo. No dudo de su dedicación, honestidad y esfuerzo, pero esto no me sirve … porque no ha servido, simplemente no ha sido suficiente para terminar políticamente con el nefasto social comunismo que, como es su histórica costumbre, nos destruye. Lo ha intentado, diría y repito, con todo a su favor: no ha sido capaz, es decir: no ha podido, por consiguiente: debe de irse.
Y, si las cosas siempre pasan, en este caso “suceden” -porque de un auténtico suceso estamos hablando-, por algo; si “no hay mal que por bien no venga” -nos dice el refranero-; pues demos cumplimiento, tanto al popular dicho como a lo que alguien dijo, y pongamos al frente de la resistencia a quien, sin duda alguna, al menos para mí, es la mejor capacitada; en el panorama actual, tal vez la única con personalidad, coraje, honestidad, convicción, voluntad, energía y lealtad suficientes para acabar de una vez, y a ser posible para siempre, con Sánchez y la infame secuela de podredumbre y traición que supone, implica y arrastra.
“A grandes males grandes remedios”: Sánchez es un mal, muy grande; Feijóo no es remedio grande, ni siquiera suficiente, como ya hemos comprobado. No sirven lamentos, sólo los hechos cuentan, las decisiones son lo que importa, porque de ellas y de sus consecuencias, depende el destino, y con él, que las cosas cambien o no.
Es la hora de Isabel Díaz Ayuso. Aun sabiendo que no está entre sus prioridades otra cosa que no sea la Comunidad que preside, no dudo que su lealtad al partido en el que milita y sobre todo a España, la patria que respeta y ama, terminarían por hacerle aceptar tan trascendental responsabilidad, en caso, claro, de quien deba hacerlo así se lo pida. De momento yo, que no soy quien debe, pero sí que, como cualquiera, puedo hacerlo, con todas mis ganas se lo pido.
Un recuerdo como posdata: En Andalucía hubo “un tal” Javier Arenas que estuvo legislatura tras legislatura, año tras año, y durante muchos, dándose de cabezazos contra el muro socialista: no pudo con él. Llegó “un tal” Juan Manuel Moreno: a la primera lo resquebrajó y a la segunda lo derrumbó. A buen entendedor …
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Gracias, Errejón