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Marco Antonio Velo
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Propagandistas de la verdad
Esta Navidad los cristianos sirios (y los de otros muchos lugares del mundo) vivirán su particular Semana Santa, con calvario incluido, mientras celebran que Dios se hace Hombre.
Muy especialmente nos acordamos de los sirios ahora que ha caído Al Assad y la persecución se va a recrudecer porque, a pesar de la propaganda de los medios sistémicos, la realidad es que antes, tanto los cristianos como las mujeres gozaban de libertad en Siria.
Y, siendo triste que algunos vivan la pasión incluso antes de celebrar la Navidad ¿hay acaso otro modo de celebrarla, y de vivir, si no es estando siempre bien dispuestos para el martirio? La vida es combate, y el Señor nos invita a perderlo todo si queremos ganar nuestra alma para la vida eterna.
Corremos el peligro, en medio de tanta celebración navideña, de pensar que la vida es fiesta y molicie. Los cristianos perseguidos están privados de esa tentación tan nuestra. A ellos, la vida y los perseguidores, por quienes también rezan, les recuerdan cada día que la vida es vivir y morir por Cristo.
Dios vino a nuestro mundo para morir por nosotros y en una muerte de cruz, que no es cualquier muerte. Sabemos que no es más el discípulo que el maestro. Eso es el cristianismo, y eso lo tienen muy claro los cristianos de muchos países.
Humanamente es muy triste y nadie quisiera pasar por ello. Pero, si lo vemos con ojos de fe, si queremos seguir siendo cristianos, tenemos que vivir la Navidad con el mismo espíritu que nuestros hermanos perseguidos. Por supuesto tenemos que disfrutar de la fiesta y de la celebración, porque es bueno, y más si se vive en familia. Pero no olvidemos que celebramos la alegría de un Dios hecho Hombre, que vino al mundo para darnos vida, muriendo, y de una muerte cruel.
La Navidad, como tiempo litúrgico, poco tiene que ver con la muerte, pero la vida del cristiano mucho tiene que ver con una muerte que da vida. Como la muerte de tantos cristianos perseguidos que, por la comunión de los santos, da vida a toda la Iglesia.
Si de verdad queremos vivir una feliz y santa Navidad, miremos a nuestros hermanos de Oriente y, aunque nosotros, gracias a Dios, tengamos fiesta y alegría, vivámosla cristianamente, sin apartar los ojos del Misterio (del que tan enamorados están nuestros hermanos perseguidos, siempre dispuestos a morir por él).
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