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Q UE la Semana Santa, amén de la más importante celebración cristiana, es una tradición secular que aúna la liturgia católica con la religiosidad popular y el folclore, era algo evidente. Y también, que ha dado lugar a una celebración en la que la religión, la cultura, la música, la gastronomía y un poliédrico sentimiento que nos une en la más compleja de las diversidades, se combinan en una eclosión de sensibilidad y belleza plástica difícil de igualar. Y más aún en nuestra Andalucía que todas las primaveras, anda pidiendo escaleras para subir a la cruz.
Lo novedoso son esas tradiciones surgidas, como hubiera dicho el Guerra, de Despeñaperros p'arriba. Y no sé qué me divierte más. Si las críticas a nuestra Semana Santa de los presuntuosos del purismo litúrgico de la sobriedad castellana que parece que aún no se han enterado de que lo fundamental del cristianismo no es la Muerte sino la Resurrección de Nuestro Señor y viven en un eterno Viernes Santo de lóbrego dolor y tristeza o las de la izquierda con ínfulas intelectuales que sigue instalada en el leninismo de salón e identifica catolicismo con derecha política e incluso, desde una soberbia risible, con una irracionalidad aldeana en la que ellos jamás caerían. Sean unos u otros, reconozco que estos debates insulsos están animando mucho la Semana Santa. Por no hablar de los pelmas que se quejan de que las televisiones públicas retransmitan las procesiones con el dinero de todos, obviando que los católicos también estamos entre esos todos y ese dinero también es nuestro. O de los que les parece inadmisible que salgan las imágenes sagradas a las calles, olvidando que en democracia la calle es el lugar común, sea para una procesión, una manifestación o una maratón popular. Pero como dijo el Gallo, hay gente pa tó. Y estos, los sobrios, los intelectualoides y los pelmas son como las especias en los potajes. Dan su poquito de sabor.
A lo que estábamos acostumbrados de siempre y ha vuelto a suceder es al desprecio hacia lo andaluz de unos supuestos humoristas catalanes en TV3 que, más que contra el catolicismo, han buscado la mofa de lo andaluz, usando la imagen de la Virgen del Rocío en un numerito ridículo, zafio y chocarrero. Ese complejo de superioridad del catalán es algo que ya, lo único que nos provoca es risa. Porque, además, el humor requiere inteligencia, una cualidad que en TV3 y entre el independentismo es cosa ignota.
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