El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Crónica personal
Nosé nada de fútbol, más allá de que se juega con un balón, se enfrentan dos equipos de once jugadores y hay que meter goles en una portería. Sé también que mueve masas, más que cualquier otro deporte, acontecimiento cultural o político, y que sus figuras ganan millones. Muchísimos millones. Sé por último que un grupo de presidentes de los equipos europeos más importantes han decidido crear una nueva liga en la que sólo participarán los equipos punteros de España, Francia, Italia y el Reino Unido, y que la reacción de las federaciones internacionales ha sido furibunda. Amenazan con expulsar a esos equipos de sus competiciones y a sus jugadores, de las selecciones nacionales.
Entiendo, sin embargo, que esta polémica está directamente relacionada con las cantidades ingentes de dinero que mueve el mundo del fútbol, más allá de lo que cobran o dejan de cobrar sus jugadores y las marcas que patrocinan a sus figuras y a sus equipos. Por ejemplo, hace tiempo que me cuesta comprender que determinados equipos lleven en su camiseta el nombre de países que desprecian por tratarse de dictaduras o de marcas a las que también desprecian porque sus productos los elaboran menores o personas que trabajan en condiciones de esclavitud. No sé nada de fútbol, pero sí que los derechos de emisión han cambiado el mundo de las televisiones y plataformas audiovisuales, han roto lealtades y han promovido a magnates s detestables.
Si bien es cierto que la pandemia ha significado la ruina de los clubes, no parece que sea muy solidario que los más fuertes pretendan jugar entre ellos ganando más dinero que nadie mientras dejan para el arrastre a los que no pueden formar parte de su elitista torneo. Si algo apasiona en el mundo del deporte es la competitividad, la capacidad de los más débiles para enfrentarse a los fuertes y, a menudo, ganarles. Es el escenario perfecto para que destaque el que tiene aptitudes, el que pone el alma en su profesión aunque parta de condiciones muy precarias. El deporte en general, y el fútbol en particular, permite soñar a los que no tienen suerte y motiva a quienes no encuentran otra manera de alcanzar la gloria que ser el mejor en lo suyo.
Johnson y Macron, nada más concretarse la noticia, se apresuraron a posicionarse en contra. Por los motivos señalados y seguramente por muchos más, los que esgrimen quienes conocen bien el mundo del fútbol. Pedro Sánchez se sumó tarde, pero lo hizo, que es lo que importa
En las películas del Hollywood clásico, al final ganaban siempre los buenos. Ojalá suceda lo mismo en la guerra del fútbol. En este caso, los buenos son los que sueñan con un fútbol en el que quepan todos.
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