Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
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Tribuna libre
Jerez de la Frontera/El título de este artículo no es original, lo utilizó el filósofo francés Roger Garaudy en un libro que publicó en el año 1993. En los momentos más difíciles de la vida, ya sea a nivel individual o colectivo, el ser humano intenta buscar algo a lo que agarrarse y le infunda esperanza y fuerza para seguir adelante. La gran mayoría de personas se encomendaban a Dios en circunstancias adversas. Ahora estamos viviendo uno de esos momentos difíciles y de consecuencias imprevisibles. Los tiempos han cambiado mucho y la creencia en Dios está en niveles muy bajos, al menos en el mundo occidental. Cabría aplicar en este caso una frase que tiene varias décadas y que es del escritor francés André Malraux: “Nuestra civilización es la primera en la historia que, a la pregunta: ¿tiene sentido la vida?, responde no lo sé.”
Ya decía el teólogo alemán, Dietrich Bonhoeffer, ejecutado en 1945 en un campo de concentración, que “Dios está siendo apartado cada vez más del mundo… de nuestras vidas y de nuestros conocimientos”. Aquello lo dijo hace ochenta años, mucho ha llovido desde entonces, el mundo no es el mismo, es otro muy diferente y se le ha apartado mucho más. La gran revolución tecnológica ha hecho que el ser humano se crea todopoderoso sin ningún tipo de necesidades, entre ellas la de Dios. Nuestro orgullo y prepotencia nos ha llevado a la situación de pandemia en que nos encontramos porque hemos despreciado y maltratado a nuestra casa común que es la tierra. Viene en estos momentos a colación aquella frase del Jefe Indio Seatle, que formaba parte de una extensa carta que le dirigió al presidente de los Estados Unidos, en el año 1855, que pretendía comprarle las tierras : “De una cosa estamos seguros: la Tierra no pertenece al hombre. Es el hombre quien pertenece a la Tierra. Eso lo sabemos muy bien. Todo está unido entre sí, como la sangre que une a una misma familia. Lo que hiere a la Tierra hiere también a los hijos e hijas de la Tierra. No fue el hombre quien creó el tejido de la vida: él es meramente un hilo de la misma. Todo lo que se le haga a este tejido, se lo hará a sí mismo”. El desprecio a la tierra es otra muestra del desinterés por su creador.
En los siglos anteriores hubo ateos militantes como Marx, Nietzsche, Jean Paul Sartre, Albert Camus entre otros muchos, que defendían sus postulados y en alguno que otro se traslucía una cierta búsqueda de la trascendencia como el caso de Camus. En contra de lo que pueda parecer, estos maestros de la sospecha, hicieron mucho bien porque contribuyeron a que muchos cristianos se replantearan su fe, aunque algunos la dejaran otros la hicieron mucho más profunda. ¿Qué creyente auténtico no ha pasado por etapas de dudas? Famosos teólogos como Jon Sobrino o Rahner, entre otros, han manifestado sus dudas. Las crisis generalmente sirven para crecer. La fe no es un seguro de vida, es la búsqueda continua de la trascendencia. No es un camino fácil, a veces muy duro pero merece la pena.
Lo grave de la situación actual no es que no se crea en Dios, si esa actitud es fruto de búsqueda y reflexión, es tan respetable como cualquier otra, sino que la mayoría de la sociedad pasa de cualquier planteamiento de lo trascendente. Marx dijo que la religión era el opio del pueblo. Hoy el opio es el consumismo, el hedonismo las nuevas tecnologías, en definitiva el estilo de vida al que el sistema nos ha arrastrado. Esto hace que el ser humano sea superficial, egoísta, individualista, etc. Con estos valores el dilema “tener o ser”, título por cierto de una obra de Erich Fromm, está más que claro, el tener es el valor supremo. Con un ser superficial difícilmente pude surgir cualquier tipo de planteamiento. No se tiene necesidad de Dios porque ni siquiera se huele. ¿Cuántos o cuántas buscan sentido a la vida? Muy pocas personas y eso que es una pregunta fundamental que todo ser humano ha de hacerse. Pasan por la vida como si no la hubieran vivido. Pero esto no significa que no tengamos necesidad de Dios.
Como dice Garaudy: “tenemos necesidad de él porque es presencia en cada uno de nosotros de la exigencia de buscar sentido a la vida, de ser responsable de descubrirlo y realizarlo. Tenemos necesidad de Dios para tomar conciencia de la unidad de la vida que hace subir la savia a los árboles y a las flores, hace latir el corazón del hombre y forma los cráteres o las olas del mar. Tenemos necesidad de Dios, cuya presencia en nosotros se manifiesta por la posibilidad permanente de no abandonarnos, ciegos y pasivos, a las derivaciones de esta corriente y de asumir la responsabilidad de participar en la dirección de la creación continua de la vida”.
Ahí quedan estas reflexiones que sería bueno meditarlas en este periodo de confinamiento.
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